miércoles, mayo 17, 2006
Cuando caminas por los pasadizos del pasado de tu cuerpo, Madrid es Lima
En menos de una semana me voy a Madrid. Será mi primera visita a Europa. Estaré por allí como un mes y medio, luego volaré a Lima donde me quedaré el resto del verano para regresar a Boston en setiembre. En Madrid viven parientes míos desde hace muchos años, mis tíos, los hijos de mi abuelo con su segundo compromiso. Ayer justo estaba hablando con el viejo, que ya tiene sus ochenta años. Generalmente cuando uno es niño admira a su padre, yo admiraba al abuelo. El abuelo que ha vivido toda su vida en una estrechez ecónomica allí en Jesús María lo tenía todo. El viejo ha sido un militante politico de larga data, un revolucionario diría, a su manera, con sus contradicciones por supuesto como creo que son los seres humanos no las leyendas como Jesús y el Ché. En los cuarenta se levantó en armas en la Base de Hidroaviones de Ancón, la asonada fracasó y luego tuvo que huir por su vida, fue así como conoció a la madre de mi madre, Esther, mientras estaba escondido en la casa de un amigo suyo. Ayer le conté al viejo que me iba a Madrid. A su vez, yo ya estaba enterado de que había planes para que sus hijos se los llevaran a él y a su esposa, mi abuela Elisa. Entonces le pregunté si estaba emocionado de irse a Madrid en poco tiempo. El viejo me respondió con esa sabiduría que te dan los años, Kike, cuando pronunció mi nombre me puse muy contento sabiendo que ya no recuerda los nombres de sus seres queridos, Kike, me dijo, todas las ciudades son iguales, he viajado por todo el Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, todas son iguales, la provincia es igual a Lima. Yo qué le iba a decir, sí abuelo todas las ciudades son iguales. Fue así que de alguna manera asocié su respuesta con la idea de que en realidad las ciudades no existen, sino que son espejos de uno mismo, nuestras pesadillas y sueños. Hay una ciudad que ya está en nuestra cabeza y lo que hacemos cuando viajamos es asimilar ese plano de la ciudad que ya lo tenemos metido bien dentro al de la nueva ciudad donde caminamos y nos dejamos encantar, haciendo una pausa en nuestra cotidianidad, por la lluvia, los atardeceres espectaculares o el color de la nieve… Para mí finalmente Lima era eso, la lluvia, los atardeceres espectaculares o el color de su nieve. Como le decía a mi buen amigo Carlos, Boston es esa Lima que no conocemos porque Lima es muy grande, ¿no?. Finalmente todo esto me hace recordar un poema espeluznante de Cavafis…
La ciudad
Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".
No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma.
Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.
gracias por tus buenos deseos di,
ResponderBorrarsaludos
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ResponderBorrarEs una hermosa manera de contrarrestar lo que nos duele de la ciudad que dejamos. O es que somos la ciudad interiorizada y sí hay ciudades, mas son como urbes donde la esencia de cada una se fusiona con la ciudad en la que nacimos y crecimos. No sé por qué todo esto me recuerda vívidamente a Walter Benjamín, con su obsesión por las máscaras, los objetos antiguos, los resquicios de las miradas... en fin lo pensaré más. Lo que pasa es que tu post abre esa posibilidad: de concatenar pensamientos con otros que vienen de lo más recóndito: y así se decanta un proceso complejo, y es como encontrar otras señales, quizás para entender algo que al final podríamos leer en un libro... y es como un hallazgo o una confirmación
ResponderBorrar:) gran salute.