domingo, enero 27, 2008
LOS DIARIOS PERDIDOS DE OUROBOREA
Ciudad Gotica, 17 de diciembre de 2007
Raro para un escritor haber tenido tan pocos diarios. Creo que esto se debe a la falta de privacidad en la que se ha visto rodeada mi vida.
Mi vida, como la de muchos compatriotas, ha estado marcada por la necesidad de guardar secretos de diversa envergadura. La doctora me recordó que esto se debía a que fuimos la sede central de La Inquisición en America. Somos los desechos de la extirpación de idolatrías.
Mis secretos desaparecieron con los diarios que extravié. El secreto de mi escritura radica en la imposibilidad de vivir en libertad.
Bajo unas piedras del desierto madrileño yacen escondidas las paginas de un diario que fue invadido, mi pasado.
Si he empezado a escribir con letra pequeña es por la inconsciente necesidad de ocultar lo que escribo. Ocultarme tras las palabras que yo mismo no debo leer, ni siquiera soñar. En los sueños, ellas también buscan develar lo que se oculta debajo de la mesa. Jamás lo permitiré.
Me es difícil vivir en la ciudad. Sigo encerrado con llave en mi cuarto es espera de salir. He vivido mucho para adentro.
Escribo estas páginas observando el mar, los caballitos de totora y a un par de tablistas.
El norte propició el encuentro con otro personaje para mi nueva novela: Los Territorios Ocupados. Es el antagonista, el que hará lo imposible para hacer la vida de a cuadritos a Jesse James, Aleister Crowley y Madame Bovary. Se trata del Flautista de Hamelin, muy cercano a los niños y asiduo coleccionista de piedras de todos los tamaños.
Las piedras han estado asociadas a mi jornada por este planeta. Una piedras madrileñas guardan parte de mi historia. En Chimbote, al finalizar una conferencia sobre la obra de Arguedas, un hombre de a pie, me solicitó que le intercambiara mi texto por una piedra que hacía brillar en su mano. Él, finalmente, se llevó mis palabras escritas, yo, conservo hasta hoy su piedra milenaria.
Las piedras como la pirámides puede manifestarse de distintas maneras: como un osito, una muñeca, una canica...
Empieza el segundo año de mi terapia y está mejor que nunca. He llegado a trascendentales conclusiones sobre mi vida. Soy muy bueno en espacios cerrados. Soy el Dios. El Amo y el Señor. ¿Será porque me mantuvieron encerrado por años en mi cuarto?. Sé ocultar muy bien las cosas. En cambio, cuando salgo a la calle todo cambia, allí es donde debo ampliar mis territorios. Lo mismo le ocurría al personaje central de Niebla de Unamuno. Debo de imponer mi voluntad en las calles a fuerza del martillo. La cancha de fútbol tiene que ser el laboratorio donde manden mis sueños sobre la realidad. Tengo que ser pura presencia y despojarme de mi apariencia o simulación.
Aleister Crowley me confesó que su película es Dr. Zhivago. Yo, en cambio, por ahora, me hallo en una canción, todavía no he descubierto mi película. Es una rola de Sergei Gainsbourg: Je T'aime... moi non plus
En estos instantes me encuentro en busca de respuestas. ¿Respuestas a qué? No lo sé con sinceridad.
Un resfrío me tiene un poco postrado. Sin embargo, decidí salir, porque ése era mi plan desde que llegué. No quedarme en casa, estar afuera siempre. Me he enfermado, aunque haya encontrado la cura.
Tragaba mucho porque no quería dejar nada expuesto sobre la mesa, debía de defender mi mundo que empieza en la oscuridad, detrás del mantel, entre la madera y las frías losetas de tréboles rojos. Con un dolor grande en el pecho, he parado de ocultar la comida de los otros en mi estómago. No me pertenece. Tengo suficiente con mis secretos. Ésa es la razón fundamental de mi éxito, haber perdido algunas libras.
Regreso tranquilo a la ciudad del frío. Es un cambio brutal pasar del desierto a la nieve. Más caos para esta cabecita que no termina de entenderse en libertad. Todo depende de mí. Nada está afuera. hay que imponer la voluntad del príncipe.
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