viernes, julio 21, 2006

Ampliación del Campo de Batalla



Eran las nueve de la noche del domingo,
en plena efervescencia de la final del mundial,
cuando los guardias me impidieron visitar al prisionero.
Di media vuelta y me refugié por unos minutos
en la librería del centro penitenciario.
Así fue que tuve la suerte de presenciar un espectáculo maravilloso a través
del grueso vidrio que separaba a la prisión de la calle.
Los jóvenes desposeídos habían levantado
un campamento militar en los extramuros.
Habían engañado muy bien a sus guardianes
con la alegría que transpiraban sus guitarras, sus risas inocuas,
sus souvenirs que los curiosos turistas adquirían por un precio excesivo.
En cierta medida, a diferencia de sus pares del 68, estos jóvenes venidos de
todas partes del mundo, porque allí habían argentinos, holandeses, alemanes,
peruanos, argelinos y obviamente franceses se habían hecho expertos en el arte del camuflaje
y solo estaban esperando la orden para lanzarse al asalto.
Sus risas escondían su furia, de sus guitarras nacerían sus AK-47
y de sus souvenirs, lanzagranadas RPG.
El campo de batalla se había ampliado.
El sitio ocurría y el prisionero iba a ser liberado por fin.
la Bastilla había adquirido un nombre nuevo, cuenta tus últimas
horas, Centro de Arte Moderno Pompidou.

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