viernes, enero 27, 2006

Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy



Ayer, mientras me fumaba un cigarrillo afuera del laboratorio de la universidad, fui interrumpido por un muchacho que me pidió que le regalara un cigarrillo, ambos fumábamos, uno al lado del otro en silencio, respetando nuestro espacio a la manera yanqui, de pronto, el muchacho, que tenía toda la pinta de esos chicos hiperconversadores que no pueden estar callados, me interrumpió y me dijo, tú tienes un parecido con el Che Guevara, tu boina roja, tu chalina roja, tu barba. Así empezamos hablar de lo que hacía en la universidad, era estudiante del programa de historia, trabajaba sobre la historia de los afroamericanos, era lector acucioso de Howard Zimm, intelectual americano de izquierdas, autor de La Otra Historia de los Estados Unidos, en fin Alex era un chico con ideas progresistas. El se retiró, deseándome suerte, y yo prendí otro cigarrillo y seguí fumando.
Ahora bien, no está demás recordar que en este país es muy importante la apariencia, el juego de imágenes y máscaras sociales que te permite venderte como un producto, en este sentido y sin querer queriendo yo fui catalogado dentro de los productos progresistas. Así como lo había comentado en un post anterior sobre la película The Edukators, vivimos en un mundo donde es más fácil para el individuo comprarse un polo con la imagen del Che o de Marcos, haciéndole juego a la imagen ‘cool’ del joven revolucionario, el mito romántico de los sesenta, que embarrarse las manos para transformar realmente el mundo que le rodea, lo que queda es el gesto estético, como decían los franceses, la imaginación al poder.
En esta sociedad del espectáculo, uno irremediablemente queda atrapado, saliendo mejor o peor librado del asunto. He de confesarles que así como me tocó ser comparado con el Che en su look también me han catalogado como el doble de Tom Cruise y hasta con Chewbacca, el recordado personaje de las guerra de las galaxias, estas anécdotas las guardo con cariño y humor, pero no todas las veces ha sido así.
Hace dos años más o menos, de regreso a Boston, un oficial de migraciones, que son las criaturas del señor más odiosos que puedan existir, me dijo que yo tenía un parecido con uno de los terroristas islámicos más buscados del mundo y me preguntó que qué pensaba al respecto. En ese momento, para el oficial mi pinta era la de un terrorista porque llevaba barba y bajo cierto lente escrutador occidental podría hacerla fácil de árabe porque no soy caucásico. Por mi parte, todo parecía una broma muy negra de parte del oficial, en mi cabeza se cruzaban rápidamente imágenes alucinantes, ayer en una fiesta de despedida con mis amigos en Lima, hoy en Miami, mañana en Cuba, pero no en Varadero sino en Guantánamo, el traje naranja, una celda de escasas dimensiones, pero igual disfrutando del calor, de la comida, de la bebida, bajo la protección humanitaria de mis carceleros norteamericanos, porque según dicen allí en Guantánamo no se violan los derechos humanos y todos lo pasan chévere, el gendarme, el prisionero musulmán, nadie se queja de ningún abuso. Estábamos acaso en la dimensión desconocida, pues después del 11 de septiembre del 2001 eso es lo que se vive en Estados Unidos, si lamentablemente encajas dentro de lo que los cánones estéticos de Occidente determinan como el otro peligroso para la supervivencia de la libertad y democracia, vaya ironía.
Con gesto muy serio, mirándole directamente a los ojos, le respondí al oficial de traje azul, de ninguna manera me parezco a ese tipo, el diálogo se estableció en español, en perfecto español, y no porque no supiera hablar inglés sino para demostrarle al hombre de azul que no había ninguna trampa, que realmente era peruano, y estaba orgulloso de serlo, en ese momento más que nunca, que no había comprado mi pasaporte en un mercado negro de Bagdad, Kabul o Islamabad. Haciendo un poco más sórdida la situación, el que tenía una pizca de poder colocó mi foto que aparecía en mi visa de estudiante al lado de la foto del hombre con el turbante, el de la lista de los most wanted, se lucían varios rostros en la hoja que tenía pegada con scotch en su casilla, cabezas que valían millonarios precios, pero al ojo te podías cerciorar que todos tenían en común la barba y el color de la piel. Entre sonrisas el hombrecito del traje azul precisó con satisfacción, yo creo que tú eres él, en fin, sorpresivamente después me selló el pasaporte y me dijo pasa nomás. Así que finalmente pude llegar a salvo a Boston.
Pero hay otras personas que no han tenido tanta suerte como yo, así hace muy poco salió libre Alan Crotzer. ¿Quién es este señor?, un inocente, es eso lo que es simplemente, un inocente que estuvo 24 años de su vida en prisión acusado de robo y violación, finalmente las pruebas de ADN, demostraron que él no tuvo ninguna participación en los crímenes que se le imputaron, simplemente pagó una culpa que no era suya por ser negro, por tener la pinta, el look de lo que en Estados Unidos se considera lo peligroso, el imputable por excelencia, el que no es blanco. No todos tienen la culpa de haber nacido tan sexys.

4 comentarios:

  1. bacan tu post kike.

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  2. siempre es instructivo leerte

    diana

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  3. gracias por tus opiniones, diana, va un saludo,
    kike

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  4. Hola.

    Ese tono sólido e irónico en tu post lo hace contundente. Y voy aprendiendo de ti.

    Gracias y salutes.

    (En tu blog, ubica formato y podrás poner la fecha y hora que te envían los comentarios...)

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