domingo, febrero 17, 2008
COMUNIDADES IMAGINADAS: DAS WUNDER VON BERN (EL MILAGRO DE BERNA)
El fútbol sirve de escenario para representar y simbolizar toda la complejidad de las sociedades en las que vivimos. Los traumas del pasado, las rivalidades históricas, las guerras se actualizan en cada partido de fútbol. El éxito, el fracaso o la reconciliación de una Nación están presentes, sin lugar a dudas, cada vez en que el balón rueda sobre un gramado de juego.
La mañana del 11 de septiembre de 1944 marcaría la vida del jugador holandés, Willem van Hanegem, para siempre. Perdería a toda su familia durante un bombardeo de la Wehrmacht (ejercito alemán). Treinta años después, durante el verano de 1974, el mundo entero fue testigo de la espectacularidad del combinado naranja sobre los campos de los antiguos invasores, los alemanes. Para los holandeses encarar a Alemania frente a su público en la final constituía una necesidad histórica. Durante el transcurso del mundial era notorio el malestar de van Hanegem en suelo alemán. En una entrevista llegó a comentar: “Odio a los alemanes. Cada vez que juego contra un equipo alemán, me lleno de rabia, me acuerdo de la guerra”. Antes de la gran final arengó a sus compañeros, recordándoles la guerra, los horrores que habían causado los nazis en su país, esos uniformados ahora de blanco y negro liderados por el Kaiser. Holanda perdió la final. La perdió porque en vez de ganarla, buscó humillar al equipo contrario. En el entretiempo cuando ya el marcador favorecía a Alemania (2-1), Johan Cruyff se acercó airado hacia el arbitro inglés, Taylor, para increparle: “Tú eres inglés, tú sabes lo que nos han hecho esos, no puedes ayudar a los nazis”. Taylor inmutable contestó: “Fue penal, ¿qué querías que hiciera?”.
El 4 de julio de 1954, los dioses del fútbol, el mejor equipo de todos los tiempos, para muchos especialistas, los mágicos magyares liderados por Ferenc Puskás, se preparaban para redondear dos años de legendarios triunfos con el título mundial. No parecía una tarea difícil porque se enfrentaban a Alemania, equipo al que habían derrotado en la fase de grupos por 8 a 3. Eran los grandes favoritos, sin embargo, fueron derrotados, para sorpresa de propios y extraños, a pesar de ir ganando 2 a 0 en los primeros veinte minutos. Ese fue el milagro de Berna (DAS WUNDER VON BERN) que levantó la moral de una nación destrozada y sospechosa a los ojos del mundo. Esta victoria, a los ojos de muchos alemanes, sirvió para exorcizar los fantasmas de un pasado reciente y vergonzoso. El milagro económico alemán tenia que ir acompañado de un éxito deportivo, el primer título mundial para una nueva Alemania que renacía de sus cenizas.
DAS WUNDER VON BERN es también una película dirigida por Sonke Wortmann y que recuerda la sorpresiva victoria del equipo teutón, que se convirtió en un mito. En este caso, la imaginación de la nueva comunidad alemana quedó sellada por el sentimiento fundacional, la transferencia creada por el grito eufórico del locutor de radio, Herbert Zimmermann, celebrando el gol in extremis del nuevo héroe de todos los alemanes, Helmut Rahn: TOR TOR TOR TOR. Con este grito se cerró una época negra para la radio alemana, su papel complice durante el Tercer Reich, pero con este grito se imaginó un nuevo país, el del milagro económico alemán.
DAS WUNDER VON BERN narra también la historia de Mathias, un niño, de once años, cuya vida gira alrededor del fútbol. Vive con su madre, su hermano mayor, Bruno, un simpatizante comunista, y su hermana. La única figura paterna del muchacho es Helmut Rahn, quien lo ha adoptado como mascota del equipo. La situación cambia cuando aparece el padre, Richard, prisionero de guerra en la Unión Soviética, a quien Mathias no conoce. El gran logro del director Soenke Wortmann es su habilidad para capturar el ánimo de la gente común y corriente, que, todavía, en 1954 era consciente de su derrota y concentraban sus esperanzas en la posibilidad remota de que la Mannschaft se adjudicara el mundial. Dado que el resultado del partido es conocido por todos desde el comienzo de la película, Wortmann se concentra en sus personajes con gran maestría, y el resultado es una obra entretenida y bien pensada en cada nivel.
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