jueves, marzo 30, 2006
Foucault: The Tehran connection
En el 2005 se cumplieron veinticinco años de lo que fue el inicio de una serie de viajes de Foucault a Iran para presenciar in situ los acontecimientos que llevaron al exilio del Shah y al establecimiento de una Republica Islámica liderada por el Ayatollah Khomeini. Durante este tiempo, Foucault hizo las veces de reportero para Le monde y el Corriere della Sera. Coincidentemente salió al mercado Foucault and the Iranian Revolution (University of Chicago), el sugerente estudio de Kevin Anderson y Janet Afary. Sugerente porque el libro aparece en el contexto de la campaña dirigida por el gobierno norteamericano para extender su guerra a Iran, lo cual terminará ocurriendo tarde o temprano. Este estudio no es más que parte del plan de ablandamiento del terreno para la justificación de una invasión más, con el énfasis puesto en la superioridad del proyecto civilizador occidental frente al mundo musulmán y desnudando ¿las contradicciones? de los ¿ingenuos? críticos del sistema. Así, Anderson y Afary [lo valioso de su libro es la tercera parte que incluye la traducción de los reportes periodísticos completos de Foucault desde Irán] no hacen más que seguir desacreditando las ideas de todo intelectual que haya desnudado las prácticas represivas de las democracias occidentales, bajo la argumentación de que las opiniones personales de un crítico redundan inevitablemente en la validez de sus aportes teóricos. Al develar las contradicciones personales de Foucault, ambos críticos, incurren en el gesto de tratar de demoler todo un corpus teórico que costó tanto esfuerzo en edificar. Según Foucault, el gesto liberador de la Ilustración del siglo XVIII no fue sino una trampa sofisticada para volver a esclavizarnos. De la misma manera, para Foucault, la democracia liberal (tan cara a nuestro ya setentañero Mario) es una sociedad disciplinaria que castiga con menor rigor físico para así castigar con mejor eficiencia. En una entrevista concedida a un periodista iraní, en Septiembre de 1978, Foucault afirma su total desilusión con todas las ideologías seculares de Occidente, porque, siguiendo sus palabras, el capitalismo industrial ha emergido como la más salvaje, egoísta y opresiva sociedad que uno se pueda imaginar, de la misma manera, el fracaso del comunismo, por el cual ya no sentía mayor simpatía, nos deja desde el punto de vista del pensamiento político en un grado cero. Foucault espera que de la revolución iraní emerja una nueva imaginación política. Pues bien, se preguntan Anderson y Afary, ¿cómo Foucault que luchó, a través de sus escritos, contra el pensamiento autoritario que anula las diferencias pudo apoyar una revolución religiosa, que va a terminar por anular esas mismas diferencias sobre las que tanto argumentó? La respuesta la encontramos en el espíritu religioso, sobre todo en conexión con el misticismo, y la lógica del martirio que mueve su pensamiento. ¿Puede ser un ateo, religioso? Algunos de los pensadores franceses de los sesenta establecieron un puente entre el espíritu religioso, el misticismo, y su filiación maoísta, entre estos tenemos a Derrida, Deleuze, Alan Badiou, el mismo Foucault. El sujeto no existe, afirmaba Foucault, el sujeto, invención europea del XVIII, ha muerto, debemos vaciarnos de nuestra mismidad y volvernos uno con el todo, volvernos uno con ese mar mayor, desaparecer en esa luz, amo, que nos guía hacia la revolución. Es en este movimiento que lleva a la superación del sujeto donde se encuentran los puentes foucaltianas entre la mística, el maoísmo y el islamismo. Ya cuando la revolución iraní recurrió a prácticas represivas, para la primavera de 1979, Foucault escribió una carta abierta al primer ministro del Iran de Khomeini, Bazargan, urgiendo por el respeto a los derechos legales de los perseguidos. Wesley Yang que hizo la reseña de Foucault and the Iranian Revolution para el Boston Globe señala que Foucault nunca hizo un público mea culpa por su apoyo a la revolución en Irán, ¿pero debió hacerlo? Particularmente creo que no.
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4 comentarios:
Pongo el mismo comenatrio sin letras voladas.
De acuerdo. Foucault no se arrepentía de sus actitud, por lo esencial que ésta conllevó: la posibilidad de forjar esa nueva imaginación de la que hablas. O sus incipientes bases, y en ese camino, el que hubieran contradicciones complejísimas no le detenía ni alejaba de sus propósitos.
'La fiesta del fauno', imagino, es como un libro abierto, porque sus interesantes posts son antológicos.
Salutes.
interesante lo que comentas, vir, me gusta eso de que la fiesta es un libro/ciudad abierta escrita por todos, caminada por todos,
saludos
Muy interesante la reflexión. Ademas de lo dicho por usted hay que agregar que, en ultimas, había una gran cantidad de gente que confiaba en la revolución. Nadie esperaba que la revolución se volviera contra la propia gente en autoritaria. Por esa vía, muchas mujeres, por ejemplo, la apoyaron, pelearon y murieron por ella.
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