Amor urbano y descartable, ¡cuántas vidas se han salvado en tu nombre!
Desconocía por completo la existencia de esta obra noventera cuando asistí a su puesta
de escena por los estudiantes de la Escuela de Drama de Denver University hace ya algunos años. Iba
simplemente y de manera honesta lo digo a pasar el rato y nada más. Al correr de
los minutos los diálogos de los actores y el sonidito del módem de una conexión
a internet prehistórica me iban perforando, no sé, iba sintiendo como si un
camión me pasara por encima o mejor dicho que Mike Tyson me hubiera arrancado
un pedazo de oreja. Cuando todo acabó, caminando hacia la salida sentí que
había entrado con algo, pero ese algo ya no estaba conmigo, se había perdido, quizás
para siempre. Creo que ése es el efecto que provocan las grandes obras en uno.
Se trataba de un puesta de escena de estudiantes y la obra igual te pegaba con
todo. Te hacía sentir como un pedacito de vidrio, filudo y por tanto peligroso.
Luego me hice de la película, craso error. Se dice que hay novelas que no se
deben traducir en lenguaje fílmico, lo mismo ocurre con el teatro, hay obras
que cuando llegan al cine pierden demasiado sino toda la magia y el encanto.
Esto ocurre con Closer, el lenguaje
es la clave de la obra, los diálogos tienen mucho poder. Poder que se diluye
con la velocidad que le imprime la imagen cinematográfica. Closer pertenece a su rincón de luces y sombras donde la palabra se
potencia. En ese sentido, el significado del maldito modem que hacía de la
conexión al internet toda una odisea es clave para entender que Closer apela a la lentitud del contacto,
de la conexión, apela a la intimidad de la espera. ¿Se acuerdan cuánto demoraba
cargar una estúpida foto? Sí, se acuerdan.
¿Es posible sacrificar todo por llegar a la verdad? Esa es
la pregunta existencial que se plantea la obra, la excusa es el amor y la comedia de
situaciones entre dos parejas de los noventa, pero qué es el amor sino la forma
más fácil en la que los humanos pueden experimentar la fantasía de la verdad.
El amor no necesita de un doctorado, está disponible para todos como un like del Face. A ver, doctor infierno, ¿pará qué sirve el amor? El amor sirve para
internalizar la verdad. Esa verdad que ha preocupado a los humanos desde su
origen. Por eso escribimos, nos matamos, leemos, tomamos fotos, miramos pelis,
viajamos, pintamos, hacemos el amor, nos perdemos en el universo sideral, trabajamos
con ratas en laboratorios. Está en nuestra naturaleza descubrir la verdad de la
existencia. El amor es un atajo para llegar a esa verdad porque no se necesita
de la razón ni de un conocimiento sofisticado sea científico, racional o
artístico para reclamarlo como tuyo. Es una pulsión con origen en el pasado. Un
pasado que alimenta el inconsciente, esa cajita feliz de Pandora radio. Stupid Dan. Stupid me.
Act. 1 Scene 1.
Alice. I never look where I’m going.
Dan. I looked into your eyes and then you stepped into the
road.
Alice. Then what?
Dan. You were lying on the ground, you focused on me, you
said, ‘Hallo, stranger.’
Alice, Alice, Alice in Wonderland, qué personaje. Alice es
un Minotauro. Alice pertenece al panteón de esas heroínas que lo dan todo por vivir como Emma Bovary o Anna Karenina. Quién no quiere cruzarse en la vida con una Alice que desde la
pista te dice hacia arriba mirándote bien a los ojos, “Hallo, stranger”. Sí, Closer es sobre amores burgueses, amores
de ciudad. En la ciudad todos somos extranjeros, irreconocibles, pasamos por la
vida en busca de un reconocimiento que no llega, pero allí está Alice que te
saluda y te reconoce como extranjero, “Bicho de ciudad” como cantan Los Piojos.
Ella con dos palabras acaba con el absurdo de la vida, descubre tu verdad y le
mete una patada en el trasero al personaje de la novela de Camus. Es así el
amor.
Bonus track
Musiquita del modem:
Amor descartable (Virus)
Bicho de ciudad (Los piojos)
Closer