viernes, enero 27, 2006

Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy



Ayer, mientras me fumaba un cigarrillo afuera del laboratorio de la universidad, fui interrumpido por un muchacho que me pidió que le regalara un cigarrillo, ambos fumábamos, uno al lado del otro en silencio, respetando nuestro espacio a la manera yanqui, de pronto, el muchacho, que tenía toda la pinta de esos chicos hiperconversadores que no pueden estar callados, me interrumpió y me dijo, tú tienes un parecido con el Che Guevara, tu boina roja, tu chalina roja, tu barba. Así empezamos hablar de lo que hacía en la universidad, era estudiante del programa de historia, trabajaba sobre la historia de los afroamericanos, era lector acucioso de Howard Zimm, intelectual americano de izquierdas, autor de La Otra Historia de los Estados Unidos, en fin Alex era un chico con ideas progresistas. El se retiró, deseándome suerte, y yo prendí otro cigarrillo y seguí fumando.
Ahora bien, no está demás recordar que en este país es muy importante la apariencia, el juego de imágenes y máscaras sociales que te permite venderte como un producto, en este sentido y sin querer queriendo yo fui catalogado dentro de los productos progresistas. Así como lo había comentado en un post anterior sobre la película The Edukators, vivimos en un mundo donde es más fácil para el individuo comprarse un polo con la imagen del Che o de Marcos, haciéndole juego a la imagen ‘cool’ del joven revolucionario, el mito romántico de los sesenta, que embarrarse las manos para transformar realmente el mundo que le rodea, lo que queda es el gesto estético, como decían los franceses, la imaginación al poder.
En esta sociedad del espectáculo, uno irremediablemente queda atrapado, saliendo mejor o peor librado del asunto. He de confesarles que así como me tocó ser comparado con el Che en su look también me han catalogado como el doble de Tom Cruise y hasta con Chewbacca, el recordado personaje de las guerra de las galaxias, estas anécdotas las guardo con cariño y humor, pero no todas las veces ha sido así.
Hace dos años más o menos, de regreso a Boston, un oficial de migraciones, que son las criaturas del señor más odiosos que puedan existir, me dijo que yo tenía un parecido con uno de los terroristas islámicos más buscados del mundo y me preguntó que qué pensaba al respecto. En ese momento, para el oficial mi pinta era la de un terrorista porque llevaba barba y bajo cierto lente escrutador occidental podría hacerla fácil de árabe porque no soy caucásico. Por mi parte, todo parecía una broma muy negra de parte del oficial, en mi cabeza se cruzaban rápidamente imágenes alucinantes, ayer en una fiesta de despedida con mis amigos en Lima, hoy en Miami, mañana en Cuba, pero no en Varadero sino en Guantánamo, el traje naranja, una celda de escasas dimensiones, pero igual disfrutando del calor, de la comida, de la bebida, bajo la protección humanitaria de mis carceleros norteamericanos, porque según dicen allí en Guantánamo no se violan los derechos humanos y todos lo pasan chévere, el gendarme, el prisionero musulmán, nadie se queja de ningún abuso. Estábamos acaso en la dimensión desconocida, pues después del 11 de septiembre del 2001 eso es lo que se vive en Estados Unidos, si lamentablemente encajas dentro de lo que los cánones estéticos de Occidente determinan como el otro peligroso para la supervivencia de la libertad y democracia, vaya ironía.
Con gesto muy serio, mirándole directamente a los ojos, le respondí al oficial de traje azul, de ninguna manera me parezco a ese tipo, el diálogo se estableció en español, en perfecto español, y no porque no supiera hablar inglés sino para demostrarle al hombre de azul que no había ninguna trampa, que realmente era peruano, y estaba orgulloso de serlo, en ese momento más que nunca, que no había comprado mi pasaporte en un mercado negro de Bagdad, Kabul o Islamabad. Haciendo un poco más sórdida la situación, el que tenía una pizca de poder colocó mi foto que aparecía en mi visa de estudiante al lado de la foto del hombre con el turbante, el de la lista de los most wanted, se lucían varios rostros en la hoja que tenía pegada con scotch en su casilla, cabezas que valían millonarios precios, pero al ojo te podías cerciorar que todos tenían en común la barba y el color de la piel. Entre sonrisas el hombrecito del traje azul precisó con satisfacción, yo creo que tú eres él, en fin, sorpresivamente después me selló el pasaporte y me dijo pasa nomás. Así que finalmente pude llegar a salvo a Boston.
Pero hay otras personas que no han tenido tanta suerte como yo, así hace muy poco salió libre Alan Crotzer. ¿Quién es este señor?, un inocente, es eso lo que es simplemente, un inocente que estuvo 24 años de su vida en prisión acusado de robo y violación, finalmente las pruebas de ADN, demostraron que él no tuvo ninguna participación en los crímenes que se le imputaron, simplemente pagó una culpa que no era suya por ser negro, por tener la pinta, el look de lo que en Estados Unidos se considera lo peligroso, el imputable por excelencia, el que no es blanco. No todos tienen la culpa de haber nacido tan sexys.

miércoles, enero 18, 2006

Héroes



Será cierto lo que me comentaba Augusto sobre Cáceres, será cierta esa terrible verdad, de que después de la Guerra con Chile juntó a todos sus campesinos armados en una placita de un pueblo de Ayacucho, será cierto tamaña barbaridad, convocó a todos los que lo habían apoyado en la guerra, a sus rabonas, a todos esos peruanos que dieron todo por una patria que no existía, que no era nada, Cáceres juntó a toda su tropa de hambrientos montoneros para darles una despedida oficial por los servicios prestados a la nación, les pidió que entregaran sus armas, que ya la nación había sucumbido, que ya no había razón para pelear más, los chilenos ya se irían pronto de aquí, cuando todas las armas fueron entregadas debidamente, se izó la bandera y todos cantaron el himno patrio con emoción, luego se procedió a ametrallar a todos los montoneros, a sus leales siervos, a sus rabonas, a sus mujeres y niños, simplemente porque ya había dejado de ser el héroe, ahora solo era el latifundista que no se podía dar el lujo de tener a campesinos adiestrados en las artes de la guerra, sueltos así en las haciendas, conocedores del manejo de las armas, si antes me reclamaban por las condiciones del trabajo, ahora se me pueden levantar en armas y nos podrían arrebatar lo que con tanto trabajo hemos conseguido, lo que nos ha costado siglos edificar, no nos podemos arriesgar a perder todo de la noche a la mañana, no nos perdonaríamos, ni mi mujer ni mis hijos, es mejor cortar el mal de raíz, aunque me duele porque me sirvieron bien y también a su nación, pero es necesario, inevitable, me duele mucho, pero tengo que hacerlo, no me puedo arriesgar a que ocurra una rebelión de mis campesinos, alimentados de miedo, sus descendientes se olvidarán del sacrificio que hicieron sus padres, finalmente quién va a saber algún día que yo hice esto, yo seré el presidente de mi nación y mi memoria será recordada con grandeza, mis hazañas ya están escritas por la historia, por Basadre, lo que realmente ocurrió, que no es una mentira, sino que es lo que le gusta a la gente escuchar porque con mi gloria he forjado nuestra identidad nacional, soy el que nunca se rindió, el que salvo el honor de la patria, el gran mariscal, tótem viviente, el orgullo de sentirse peruano, o es que todo esto también es simple producción televisiva.

lunes, enero 16, 2006

LA DESTRUCCIÓN DE LA BESTIA



Un bote se pierde en el horizonte. El sol expande su reflejo insomne en el espejeante velo líquido, el Océano Pacífico. Cuánto tiempo sin sentir el aroma del mar, mi mar es un pan con chicharrón acompañado de salsa criolla y su buena taza caliente de té.
No queda noche ni día. Sólo la lámina verde frente a los ojos. ¿Para qué mierda regresé? La terquedad y algo que quemaba en la planta en llamas de los pies.
Traspasa con paso abatido la puerta del país de los muertos, los muros de adobe. Bajo el barro reposan los fardos familiares. Todos están allí. Eso es lo que he heredado. Unos restos para ponerles flores. Eso es todo lo que tengo. No subas al cerro, hijo, mira que viene el cuco y te comerá. No me interesaba el cuco, a la mierda con él. Un coche bomba, ma’ y zas, no más cuco. Donde se pierde la vista, arriba, las casas frágiles y la oscuridad, más arriba, detrás de esas líneas infinitas… Me moría de ganas de gatear en la arena caliente, dejarme ocultar por la humedad y por la ceniza de los muertos.
Arriba, nacen las bolas de fuego. Bajan por las noches. Desde mi ventana nunca las avisté, pero me inundaba de ese nauseabundo aroma de la grasa humana devorada por el fuego. Las esperaba hasta tarde. Por el techo un gato sale disparado. Ya robó su momento de placer. Ahora le espera la Moira. Las bolas de fuego, la garúa y la niebla se colaban por las calaminas como rayos de un satélite febril, debajo de mi almohada, la garúa, la niebla, las bolas de fuego a los pies de mi catre de bronce. Hasta mañana, tías.
Rompe la piñata, rómpela, rompe la piñata…
Hijo, dónde estás. No te escondas. No te voy a hacer nada. Sólo sal. Una niña desnuda, de cúbito dorsal, bajo la mesa del comedor, la marca de mis dientes en sus nalgas café. Drácula, sí, ese soy yo. Alguien escribió un poema sobre una casa que se devoraba a sí misma debajo del puente. Yo vivía allí. Retratos de muertos me observan juiciosos. Cercan la antártica sala por sus cuatro vientres. Cada cuarto conserva celoso sus heridas. Las marcas de azotes bestiales. Hubiera sido el escenario perfecto para un interrogatorio, pero solamente era una casa con propietario discutido. En uno de esos tantos asentamientos humanos que luego se convirtieron en distritos de la gran babilonia.
Enciende la luz. El mismo baño en ruinas. Las mismas tuberías oxidadas, fierros, fragmentos de ladrillos a la vista. Un antiguo y tibio hilo de sangre corta el centro del espejo. Acomoda sus lentes. Vuelve a palpar el moretón sobre su rostro. Acaricia sus cabellos. El maullido de la gata estalla en un rincón sellado de la memoria. Se arroja al piso y se tapa la boca. Estoy vivo.
Cierra los ojos. No quiere ver más. Azul. Flota mi pequeño cuerpo sobre la madrugada. Azul y vaporoso. Los binoculares de papá en la mesita de noche, una lamparilla inservible. Inmensa puerta de madera que se abre. Muchos gritos y llantos han ahogado. Por qué cierras los ojos cuando el payaso te carga para la foto. No quiero, me dan miedo los payasos. Tengo miedo a las máscaras y a los disfraces. Me roban el alma, mamá.
El payaso de juguete gigante. Flotando me dirijo a sus brazos. Me apachurra. Comienzo a asfixiarme. Me pega en las plantas de los pies, me ahoga en inmundicia, me inunda el rostro con un terrible reflector para que confiese. Me sofoco. Sobre el hombro de mamá aparezco. Amarillo. Naranja. Rojo. Caigo como una pluma sobre el piso. Mamá sigue caminando. No escucha mis gritos. Detente, por favor. Se pierde en el pasadizo sombrío.
Más allá está el dominio de los fantasmas. No puedo llegar hasta allí. El hombre de arena, la bestia, abre la puerta de vidrio y metal. Sonría para las cámaras, mire aquí, todo el país lo está viendo en directo, “Comencé, como los demás, siendo un inofensivo pelotero con el infinito deseo de transmutar en pitufina, sin embargo terminé frente al espejo como la única e inimitable, bestia de las mil cabezas”. Avanza rápido por las líneas, uniones, de las losetas. Corro hasta la cocina. Me escondo debajo del comedor negro donde juego a Drácula. Presiento que me vigilan. El motor del viejo Frigidaire verde suena más fuerte.
Era un señor muy alto, blanco, de generoso bigote, como los antiguos caballeros criollos. Botas con espuelas, fuete y carabina lista en la mano, caballo brioso, sombrero y poncho cruzado al hombro. Paseaba por las afueras de sus dominios. El llanto de un bebé llamó su atención.
Desmontó y se dirigió sigilosamente hacia un bulto que parecía esconder a la criatura del señor. Desenvolvió la sábana. Era un bebé hermosísimo. Blanquito, de ojos azules. Sonreía. Dejó de llorar. Duérmete mi niño, duérmete ya, que viene el cuco y te comerá, duérmete mi ninh...que viene el cuc...omera. De repente el bebé le habló. Mírame mis dientes te lo ordeno. Mírame. Los tenía blancos y los caninos afilados como un dulce vampiro. Lo soltó en el acto recordando el odio de Pariacaca por los de su raza. Sepultó su cuerpecito bajo una inmensa roca.
No estés asustando al bebé con el cuco, Julia. Pero el cuco no dibujaba símbolos fálicos sobre los cerros en las largas noches a oscuras cuando mi madre hacia tiempo conversando en la puerta con el sastre y el muchacho que vendía escobas. Santiago se llamaba. Usualmente tocaba la música de sus ancestros en los micros, poco tiempo después desapareció y mi madre no quiso escuchar de nuevo sobre él, todos lo conocíamos, era buenito, trabajador, su verdadero nombre junto a su foto había aparecido en un informe de la televisión sobre los líderes zonales de los insurrectos, un domingo cualquiera el sol de Juliano fue reemplazado por el sol rojo de Mao.
Arriba, abajo, Echa Muni, carajo. Se leía apenas. Yo no me acordaba que había escrito esto. El trazo impreciso de infante con tiza roja no había desaparecido. Carajo. No digas eso. No escribas eso, sino te pego en la mano y te quemo la boca con la cuchara caliente. Carajo con tiza roja sobre la pared de cemento en el patio. Te doy duro, ya verás. No te me corras, malcriado. Carajo un millón de veces. Sobre el cielo de lima, Carajo por siempre. En el pabellón nacional, dios, patria, Carajo.
Tropieza con un hoyo en el piso apenas tarrajeado. De allí salían los conejos. Comienzan a dar sus saltos y vueltas en torno al patio. Allí esta el macho joven, reconocible por su nariz más roja. Su mamá contaba que le gustaba abusar de las conejitas más tiernas. Desde la quebrada ventana de la cocina presenció un duelo definitivo. El antiguo semental en su último lance logra hacer justicia a su tribu.
Le arranca los huevos con un mordiscón firme al macho intrépido, impetuoso, pero enajenado de astucia. La víctima propiciatoria se queda quieta, echada de lado. Puta madre, a éste nos lo vamos a comer para el almuerzo. Ya no nos sirve castrado, dijo mi padre. Ese día Enrique, el fauno viejo, estuvo muy triste, no comió segundo, sólo su sopa y un poco de fruta. Replegada en el último rincón de la casa, la sombra de Black, su cocker, continúa vomitando coágulos de sangre sobre una bolsa de plástico negra. No hay que hacerlo sufrir más. Hay que llevarlo a que le pongan su inyección. No lo quiso bien, jugaba poco con él. Estaba allí encerrado atrás, como yo en mi cuarto o en la sala.
Aprendí a caminar muy rápido. Pero la casa me tragaba hacia su centro. Déjenme, salir, carajo, déjenme salir, no me va a pasar nada, yo sé cuidarme. Luego aprendí que la casa no era la casa sino la meta-casa y que tenía muchos centros pero eso no me permitió salir del texto e incendiar llantas en el patio de la casa…
De nuevo contra el piso y la boca tapada. La casa es mi cabeza. Cada cuarto tiene múltiples, infinitas puertas, que llevan a otros pasajes con más puertas. Pueden ser un televisor malogrado, un encendedor, una cucaracha pisoteada, un caño descompuesto, una pelota de fútbol desinflada. Mi cabeza es un mapa de la ciudad. En las arrugas de mis sesos está escrito:
Primer intento de suicidio, Av. Perú 301, 6:10 a.m., 01/03/89
Nacimiento, Maternidad, 28 de diciembre 467, 10:30 a.m., 06/03/73
Primer encuentro con Adelaida, Pasaje los Pinos 456, 6:30 p.m., 06/06/91
Segundo intento de homicidio, Prolongación Zarumilla 1045, 10:40 p.m., 06/07/90
El agua de la regadera humedece la toalla. Humedece el tiempo y lo pone a secar estático junto al cuchillo que nace del centro del centro de la planta del pie rosado. Fue tan fácil robarle su arma. Fue tan fácil hundir mi verga en su piel áspera, múltiples veces, su sangre que alimentaba el horror y las represalias. Así mueren los perros reaccionarios. El agua de la regadera. Ancón no es un balneario. Es una isla perdida en la geografía del recuerdo. Es el mar y un viejo con diablos azules, en la entrada de una casa ojival hecha de adobe. Ancón son los caballos fantasmales de los soldados chilenos. Es el humo del ferrocarril que nunca vi. Es la foto de un niño con peinado de casco, cachetón, de ojos plomos y nariz de muñequita, un marinerito sentado en las piernas de la madre joven en traje de baño setentero afuera de una casa que no era la suya.
La sombra de un árbol. Ancón es el sujeto. Es un nombre cristiano. Son cinco letras. Dos sílabas. Es sólo un garabato más en un papel que habla.
La noche cae sobre la playa y un delgado hilillo dorado corta en dos el velo del mar. Ya se me hace tarde. Tengo que tomar el bus. De allí al hotel y después al aeropuerto. Traje mucho. Dejo todo y me llevo todo. Pensé que al regresar vaciaría mi cabeza sobre un hoyo a la orilla de la playa con un vasito descartable. Las olas lo arrastrarían mar adentro. Así descansaría por fin. Otros como tú enterrarían cientos de cabezas ayudados de lampas multicolores, sabrosa tentación para el final mágico del verano. What is love?
¿Qué es la vida sin recuerdo? Sin memoria. Por eso decidí escribir para olvidar, estas palabras son mi sangre, son mi esperma, mi única herencia, aquí se quedarán bajo las olas olas de esta página en blanco y desaparecerán para siempre.
Un anciano sambo y achinado le golpea la espalda con su cuerpo espectral. ¿Qué haces tú, aquí? Estás muerto. Eres solo un holograma frente a mis ojos y ya no eres más pertenencia del realismo mágico, más bien saliste de la tele o de alguna historia oral cantada por los rapsodas de las montañas de Georgia, quienes del mismo modo nos narran el nacimiento de Medea, la reina, todas las tardes al ponerse el sol. Allí, bajo la cruel sombra de las mismas montañas, dicen también que ahorcó a los hijos de Jasón con sus manos de bruja pagana, al menos fue ella misma que acabó con su estirpe y no fueron los otros, los médicos, que en las cercanías del Mar Negro, arrancan del vientre de las jóvenes madres a los recién nacidos para embalarlos como carne fresca tercermundista rumbo a los puertos del Septentrión. […] No esperaba ver a nadie y menos a ti.
No es necesario que me mire al espejo, tú sabes que soy como tú. Hemos nacido de la misma sangre incestuosa. Durante estos años mi deseo por salir de aquí, no ha sido otra cosa que imitar tu gesto, soy tu pasado y tú eres mi más preciada creación.
Te llevo en mi cabeza como una herida que nunca cierra porque esa misma carne quemada es la que me empuja hacia la nada, hacia ti, virgen cruel. Siempre he negado tu influencia, tu importancia, pero silenciosamente el mapa de mi rostro oculto detrás de este manantial que me ocupa escribe tu nombre como las ondas que se dibujan y desaparecen en mis aguas. No olvido lo que he dejado atrás. No olvido de dónde he salido. No es necesario que digas nada, yo ya estoy hablando por ti.
Mi voz se escucha suave pero sin embargo lleva tu marca agridulce. Tú también fuiste abandonado como tu padre lo fue antes, hemos construido nuestro reino en las tinieblas y hemos olvidado cómo se llora o decir por una puta vez, lo siento, esto ni yo mismo me lo creería si lo escuchara de mis labios que son los tuyos… arriba donde no hay más recuerdos,
pero somos humanos como ese dios que no nos ama, que se contempla a sí mismo, mientras nosotros nos destripamos corriente abajo, y por eso es más divino que el que muere por salvar a cada infeliz. Todo dios no es más que una continua fragmentación de nuestros egoísmos, ese vacío estertor que nos empuja a vivir para dañar sin saber por qué ni cuándo. Ya no sé lo que estoy mirando porque nada se dispersa y ni descansa en mi memoria. Y en la memoria se esconde la posibilidad de ver.
Te estuve siguiendo todo el día. Echado en las losetas del baño, cubierto apenas con la casaca de cuero que te regalé para tu cumpleaños numero diecisiete. Tapándote la boca contra el piso del baño, sobándote un moretón en la mejilla, no eres un buen peleador, eres como yo en eso, y a la vez somos tan distintos, te vistes con cualquier trapo encima, no te bañas nunca, tienes las uñas sucias, no eres ostentoso, no te importa tener, tienes las piernas chuecas como yo y sueñas todavía con esos malditos delfines rosados,
pero también te metes tus tronchos de vez en cuando como tu padre en el opel rojo rumbo a La Fontana, Night Club, escondiéndose de tu aburrida madre. Te observo hablando con una vendedora ambulante en el paradero, te quedas dormido con un libro en la mano que acabas de perder, ¿cómo se llama?, ah, Bartleby, Caminas por el terral rumbo al cementerio, donde está tu familia.
Vienes aquí, a enterrar tu cabeza en un hoyo pequeño a la orilla del mar. Me estuviste siguiendo, zambo pendejo. Quiero descansar con tu cabeza. He venido para eso y para verte. Dame un abrazo. Ya no quiero hacer nada. Departimos con muchos Bartlebys como nosotros. Morimos y volvemos a nacer en los parques y en las oficinas de los altos edificios. Ya no quiero hacer nada. Aquí es donde el barco de la noche se deja habitar por su enemigo. Todo se acaba, pero la bestia no ha sido abolida porque descansa en tu corazón.
La reventazón del mar era más violenta. Comenzó a nevar sobre la playa. Como en mis visiones del último año. La sombra del Ararankaymanta y la cabeza desaparecen en el hoyo, el mar, la nieve, todo se esconde allí, para nunca más.
El Yawarta se acomoda los lentes oscuros. La casaca de cuero. Hace un par de pasos de Rock and Roll. Salta sobre el mundo de unos niños sin zapatos. El tráfico. Evade como el hábil puntero que nunca fue cada carro, tractor, autobús, camión que le sale al paso.
Un país en Sudamérica. Un avión sobre el océano. El aeropuerto. Migraciones. La salida. Un taxi en la línea de espera. Dos segundos y una sonrisa cachosa. Un cigarro en la boca. Imitando dos piruetas del bailarín de tijeras. Sombrero. Dólares. Aplausos. Risas.
¿Para qué mierda regresé? La terquedad y algo que quemaba en la planta azul de los pies. Conversa con una vendedora de cigarrillos junto al paradero de los autobuses. Luego se retira fumando. Se acomoda la chaqueta de cuero y los lentes oscuros, palpa un moretón en su rostro, acaricia su escasa cabellera crespa. Un anciano le observa desde el otro lado del puente, cuidadosamente. (Corte)

sábado, enero 14, 2006

EL OGRO



Lo encontré desfalleciendo, a la vera de una senda en el mismo vientre del bosque, yo regresaba a la casa de mis padres después de haberme hecho con algunas liebres en mi bolsa, presas frescas para cocinar en la olla familiar, extrañaba mucho a mi hermano menor, pero él había sido enviado al monasterio por su propio bien, allí los monjes lo cuidarían, aprendería a leer y escribir y estaría mucho mejor que con nosotros,
la voz del hombre herido era muy débil, le di de tomar unos cuantos sorbos del agua que guardaba en mi bota de cuero, le limpié el rostro y brazos ensangrentados, presentaba heridas muy profundas de hacha, no iba a durar mucho,
¿cómo te llamas?, le pregunté, no querrás saber mi nombre, si lo supieras ni siquiera te hubieras acercado, mi nombre despierta horror y miedo en donde quiera que el hombre lo escuche, pero también mucha violencia sin sentido ni razón, soy un ermitaño que vive alejado del pueblo porque no comparto sus ideas y costumbres, pero eso no me convierte en un monstruo, no entendía nada de lo que me decía,
¿cómo te llamas, buen hombre,? le volví a preguntar. Mi nombre es Ogro, me alejé lo más veloz que pude de su presencia, como un acto instintivo, mis padres y mis abuelos me habían contado muchas historias sobre estas criaturas que raptaban a los niños de la aldea por las noches y nadie más volvía a saber de ellos, los niños terminaban en inmensas calderas, estos seres malvados y crueles cuyo apetito por carne humana era insaciable debían ser borrados de la faz de la tierra,
no te asustes amigo, no te voy a hacer daño, con pesadumbre me gritó el Ogro, tú crees que si fuera ese monstruo del que tanto hablan en tu aldea, no te hubiera lastimado, mi única culpa es vivir a mi voluntad, con mis propias tristezas y alegrías, al margen de lo que piense la gente, al margen de lo que ellos llaman civilización, y mira que me han hecho los hombres civilizados, han quemado mi casa, han aniquilado a mis animales y se los han llevado, prendieron fuego a lo poco que no les servia, y lo otro lo han tomado como su botín, me atacaron con sus palos y hachas, me han perseguido con jaurías de perros, con el simple fin de ahuyentar lo que no entienden, la libertad del solitario, estás en tu derecho de irte, pero también como muchacho que eres es tu deber saber la verdad de lo que hace tu gente,
En cierta medida, comprendía lo que escuchaba, ningún niño se había perdido en la aldea desde que tenía uso de razón, y sin embargo, nuestros padres azuzados por el alcalde de la comunidad, ciertas noches, a la luz de las antorchas y bien armados se internaban
en el bosque para regresar en unos cuantas horas con comida y bebida para todos, nunca les pregunté de dónde sacaron tantos bienes, ellos tampoco explicaron nada, ahora entendía que es lo que hacían realmente, todas sus historias eran mentiras,
nosotros éramos los verdaderos ogros,
Regresé a la aldea muy tarde, con las liebres al hombre y la bolsa más pesada que de costumbre, saludé a mis padres, y les enseñé con orgullo mis presas, con esto tenemos para unos días, demos gloria a Dios, hijo, el señor te ha bendecido con los frutos de su bosque, sí, padres, demos gloria a Dios, porque me ha permitido terminar con sus enemigos, ¿de qué hablas hijo? Arrojé al suelo todas las cosas que habían sobre la mesa y con furia, agregué, esto es lo que vamos a cenar esta noche, y coloqué mi pesada bolsa en el centro de la mesa, ábrela madre, la lluvia había empezado a caer y la intensidad de su música se escuchaba hermosamente en mi cabeza, mi madre abrió la bolsa y se llenó de espanto, mi padre se enfureció y me lanzó un par de cachetadas, ¿cómo te atreves a faltar el respeto a nuestro Señor, a tu familia, a toda la comunidad?, empujé a mi padre al suelo, mientras, mi madre sollozaba sin parar con los ojos cerrados tratando de imaginar que el cuadro que presenciaba no era más que una terrible pesadilla que habría de terminar cuando abriera nuevamente los ojos, cogí por su larga caballera la cabeza del Ogro, nuestro enemigo, y grité tan fuerte que creo que toda la aldea se congregó en torno a nuestra casa para descubrir que era lo que pasaba, tomé con la otra mano la bolsa con sus restos y tiré de una patada la puerta y ante el impacto muchos hombre y mujeres, entre los que se contaba Juan el herrero, cayeron de espaldas sobre el barro de la tierra, la lluvia mojaba mi rostro con libertad, grité nuevamente para que no quedara duda de nuestra terrible verdad, miren, observen bien esta cabeza, muchos se taparon los ojos y las madres ocultaron a sus niños debajo de sus faldas, miren esta es la cabeza del Ogro que tanto dañó nos ha traído, ahora ya no podrá lastimarnos de nuevo, y más bien nos servirá de alimento a nosotros, los verdaderos Ogros, arrojé la cabeza sobre la multitud horrorizada, tomen aquí está su estómago, sus tripas y piernas, tomen todo lo que quieran, aquí hay comida para varios días, ¿esto no es lo que en verdad se ocultaba en sus terribles historias?, pues ahora todo eso se ha hecho realidad,
corrí, corrí desesperado, con los ojos enrojecidos de tanto llanto y furia, el pueblo, mi casa, mi familia, todo eso ya era historia, me escondí en la oscuridad y profundidad del bosque, me alimenté de las hojas y frutos, algunos niños que rescaté de otras aldeas aledañas, se refugian aquí conmigo, yo los protejo, soy su guardián, jugamos, cazamos y nos divertimos durante el día, por las noches, nos escondemos de la venganza terrible de sus padres, dormimos con tranquilidad sin miedo a las historias de los seres monstruosos que se comen a los más pequeños, porque como bien sabemos, al menos los pocos que vivimos por aquí, todo eso era una terrible mentira, he crecido a la espalda de la civilización y ellos lo están haciendo bajo mi cuidado y nos sentimos más felices que nunca viviendo nuestros propios sueños y alegrías,
no cometí el error del ermitaño que descuarticé cierta vez, ahora, algunos años después, no tengo posesiones que los hombres puedan codiciar, duermo arriba de los árboles más altos, junto a mis niños y observamos a la gente de mi aldea y de las suyas, con sus palos, hachas y antorchas, se internan en el bosque algunas noches para dar con la criatura que sigue causando terror y espanto entre la población, el Ogro, le llaman, reconozco al líder que los guía, el más gritón de todos, es mi padre que clama por mi muerte, también reconozco al monje que se ha unido a la cacería, es mi hermano, ya crecido, que con sus cánticos bendice a cada uno de los valientes que han prometido cortar la cabeza de la bestia.

jueves, enero 12, 2006

Simplemente Orgánica Vainilla



He descubierto la cura para el insomnio,
simplemente te aplicas unas gotitas de vainilla en los montes de tus parpados
y empezaras a soñar de nuevo, la vainilla propaga el calor dulce y amargo
por las manos y los pies, como alas de mariposa o el salto de un gato al amanecer,

Es el último día de noviembre,
los niños juegan a los piratas del caribe en el patio de la escuela,
esperando la venida del reino de lo cielos, que tiene nombre, pan con mantequilla,
desde mi ventana cuento los días, no falta mucho,
a saber por el vuelo desencantado de las aves que se niegan
a cumplir con su jornada migratoria,
el vuelo de las aves se ha detenido exactamente en el espejismo de
mi ventana Magritte, que me cuesta tanto trabajo atravesar,
he de aprender los usos y costumbres de mi gato kamisake,
encerrado usualmente en la cocina azul,
por precaución de que lo envenenara el mundo
que se origina más alla de la ventana
y en el comienzo de los techos aledaños,
pero ya es muy tarde para todo eso,

Hoy es el día, el timbre de la puerta suena con insistencia,
debe ser el ángel de la guarda con su espada en llamas,
tengo mucho que explicarle,
pero él solo viene a ajustar cuentas conmigo,
le he robado el secreto que contienen unas gotas de vainilla,
y eso es algo que los ángeles no perdonan,
como fieles guardianes de los arcanos mayores.

Fue más fácil de lo que pensaba, el ángel es un plumífero cadáver bajo mis zapatillas,
¿y su espada?, su espada ahora me pertenece,
le he avivado más su fuego con un poco de alcohol,
pues como ángel nuevo debo causar una gran impresión,
ahora solo me falta atravesar la ventana por su mismo centro,
pero eso lo dejaré para después,
ahora tiempo y vainilla para los parpados es lo que me sobra.

El rey de tréboles

En el abrigo desnudo de tus pies
encontré una ciudad de luz

Anónimo



caliginoso comienza
el adiós al rey de tréboles,
siguiendo de la austera oca la señal
con inocencia pagana el higo
olvidaste,
aunque caliginoso, palpar la herida quisiste
en tus manos,
una herida que en lluvia y huaynos creció,
como las prohibidas pollerías con esculturas
de Ariadna durmiente o los audaces ambulantes del Jirón de la Unión,
y, sin embargo, menos reales que la piel de la pastora,
repiten los muimuyes en económicas croquetas,
brilla y termina por eclipsarte en su búsqueda,
lo que es estar a la intemperie con los ratones
en tus entrañas no sabes
ignoras de tracto, cosmonauta de flores clandestinas,
ignoras mucho del gallo rojo
residencia en Mediodía de trovadores
bendita frustración, aléjate de él,
a pesar que lo sometes, que lo nombras
en el laberinto de la orquídea,
soy los ojos del rey pescador, culpable de su exilio
soy las moscas que vagan sobre
cabezas de puerco ensangrentadas
para conjurarte en suprarosa, linda bruja,
en el estío del bosque,
donde los niños me adoran, a veces,
hambrientos de ver

Si me pierdo te encuentro



como la última noche, con un guiño de maestro Eckardt,

o el gesto de Mastroniani que se traga el tiempo,

nenúfares de pies, los desollados cristos,

baten, baten la ternura, baten

el firmamento que nos roba el líquido sueño de báratro,

bato tus manos en el abrigo seguro del portal,

desaparece espesa, honesta naranja, huella de huerto,

el cielo gris de Lima dibuja mi sueño bajo tus bucles africanos,

tu pancita de damasco o tus mejillas australes

y en cada pálpito de la amante

alucinada late, late la noche

su humedad de caballos de aire, de bosques de arena,

de manantiales de fuego, de santos de agua

Pretty in Pink



en sus blancas estelas un movimiento
de vino, hornacinas sus cuellos pequeños
plenos de ley y mango
cada paso incendiaba un poco más la república
sus muslos y las huelgas se propagaban sin cesar
como alfajores sombríos
o picarones, besos de miel salvaje,
el himno patrio en sus mejillas una y otra vez
“somos libres en el huerto, de estrellas escanciados”
y la revuelta se posponía otra vez
danzaban, daban vueltas en sextantes de furia paródica
sus mentiras de demagógica lúcuma
sus vestidos se olvidaban de licor

bizarre love triangle



inventas separaciones,

la orquídea de los vientos boreales

te impide la saudade burlar,

escapar de esta isla que contemplamos muchos,

con tus caricias sin pasión pero constantes,

burlando la vejez y a los pequeños,

dulces bárbaros en el corazón de otra isla,

cómo sufres tu ficción,

a veces, el deseo te cubre con las últimas fogatas,

los mares reales del sur, sin palabras

o piedras que no entienden del amor y sus aguas

subterráneas,

también invisibles, los ojos del náufrago animal,

the world was on fire and no one could save me but you,

reíamos y devorábamos arrebozados pejerreyes

escuchando una canción de Chris Isaac,

y cuando nos tocábamos entre la fronda repetíamos:

“el mundo está en llamas en la dicha hambrienta,

nadie podrá salvarme ni siquiera tú”

pero eso está bien,

porque tú son dos a veces entre las olas y los mosquitos,

como ese poema de la hydra y su doble,

esa amante que nos hace falta cada día,

las noches en triángulos de besos,

empapados de una lengua de sol

con las bocas hartas de camino y soledad

Primera Carta



A veces pienso que nos conocimos,

en sueños quizás,

porque Lima en guerra fue lo único

que no nos arrebató,

pequeñita como el as de aspadas,

todavía mis ojos trajinan las coordenadas celestes,

la senda que abriste,

entre la casa y el mar,


A veces, te aferras con furia a la longitud

de tus versos, abres un hoyo y allí

incineras a la poesía y su pestilencia como un tributo al amor,

pero no basta para aliviar el dolor o el hambre

que corre río abajo,


aquí, en las riberas donde la noche es más nuestra,

no hacen falta estudiar los cielos,

para saber que estamos más abajo,

por eso me vuelvo,

caricia de trébol, espejismo de diamantes,

y solo por esta noche, apuesto para ganar sin miedo,

mi propia vida o el aroma del tabaco.

sábado, enero 07, 2006

Starry Night: Una visita al moma







Pensaba que el poema iba a salir solo,
simplemente al respirar
las estrellas insomnes que perturban los museos,

en el movimiento insomne de las estrellas,
que los asiduos visitantes del moma
se niegan a tocar, imperturbables,
yo encontraba las olas inmensas de
Hokussai,

soy un ser marino, lo había olvidado,
no percibo, como antes, los olores
del mar en el verano,
las largas estancias enterrado
bajo ‘inches’ de nieve
me han condenado
a la perdida del olfato,
aunque, por otro lado,
me han aliviado del asma,


sólo una semana , enarenados los pulmones,
así, al batir sus alas, las estrellas de Hokussai
habrán logrado redimirme.
Cierro los ojos. Decido besar el cuadro
y no me importa si me gritan en su idioma
so close, so close...

he de confesarles que le he arrancado un pezón
a la noche, el daño es irreparable,
[el aroma de las estrellas,
la luminosidad insomne de las olas]
call the police

mi país



mi país no existe
allí no hay delfines rosados
ni hombres que coman gatos
tampoco piñas tan inmensas que
logren opacar el resplandor del sol

mi país no existe
es la figura de mi padre ausente

yo vengo de mi país
vengo de mí mismo
yo soy sus delfines rosados
el caníbal reductor de cabezas
las líneas de Nazca
el brillo de mis ojos

mi país no existe
mi país soy yo
empieza en el norte
muy cerca de la línea del Ecuador
o más bien en la punta hirsuta de mis cabellos
termina en Tacna al sur
en la frontera con Chile
o diría mejor en alguna uña
de mi pie izquierdo

la capital política de mi país no está en Lima
sino en mi corazón
su población se estima en
un habitante como mucho
carece de una religión oficial
ni siquiera posee su propia moneda

ha nacido del barro primordial
producto de esperma y óvulo
de países más grandes

mi país está sólo en Sudamérica
apenas bañado por la inmensa espuma
del pacífico mar

un día, mi país morirá

LA CUNA Y LA SEPULTURA



I

en lluvias llegaron,
no se puede hablar
de sus muertes sin hablar de sus vidas,
de todo esto nos olvidamos para volver,
todo era tranquilo, bonito,
novedad para mí,
tu orejita blanda,
tu medula, los duraznales,
el escarbe de papas,
la hora de ajustarte las cuentas


II

¿la cría del hombre reconoce su imagen en el espejo?,
Acá hemos tenido que sufrir la burla del ser & el tiempo
por hablar nuestro grado cero de la escritura
¿ese cuerpo fragmentado se muestra regularmente
en los sueños?
Nos decían inmutables, heterogeneidad multitemporal,
hibridación, abismo hermenéutico
o más allá del principio del placer posestructuralista
y nos mostrábamos personalistas, bellos en el ejercicio
de la superestructura y del relámpago, sin embargo,
él me mataba o encerraba así nomás,
conchatumadre, ahora vas a morir

III

pero yo era mis animales, la puerta del corral,
la cría del perro, tu olor a leche fresca,
tus venas, las noches sin luna,
la quebrada, los eucaliptos,
debajo de toda esta vida
nuestras cenizas arden, te quiero,
mi corazón tiembla cuando te ríes,
muchacha de Fontainebleu,

IV

Sus ojos son tan altos
que mi ser está triste
Sus ojos, la luz de la metralla,
los siglos no los pueden hundir,
Sus ojos, las torcazas de Sausillok,
los ídolos se caen
Sus ojos no son tan altos
pero hieren la noche con su fuego
Sus ojos son tan altos
nadie pudo asaltar su cielo

V

detrás, érase una vez una pared,
tu imagen en el arroyo,
la muerte, de ese canal de los antiguos,
con linterna nomás se andaba,
lo peor de todo es que te mueres de hambre
y tienes que seguir
comiendo las lágrimas y las coronas
las cuales conforman la constelación
ante el sepulcro desconocida
resuena: EL PEZ MUERE POR LA BOCA
comer también es morir un poco

VI

estuvieron aquí y se fueron
sólo te queda el sueño
de sus pies que te oprimen, lo imaginas
murmullo estival
y allí te quedas al dragar
la desesperanza
en este lecho marino en este día
que era una pequeña noche
has rodado borracho por el desierto,


VII

brota fábula, que como la lluvia ya estás dentro
de un dios que es pura sombra,
¿has derramado sobre mí a la bestia,
a la madonna del parto, al ángel,
todos los dolores de la patria?
la sangrecita se precipita e inunda
el librito,
desprotegido, al igual que las botitas,
entró al pueblito
y no sé como leerlo,
en este umbral de mis ancestros,
leo del principio, del cantito, del medio,
enciendo una vela y no entiendo nada
muriendo,
¿cómo se leerá?, ¿para qué sirve?,
el pueblo es lejos y se vacía
tras unos pasos azules con olor a mar,
no entiendo nada de los héroes,
de los mártires, esos que entendían,
de corrido, de paporreta,
no entiendo nada,
viejo, pariendo el horno en cenizas,
como cada puñal que hiere tiernamente
en su ignorancia y en su novedad
al sol, pero que en todo iluso poema,
es solo tabula rasa,

VIII

un día como hoy, balas, llantos, hachazos,
los últimos flashes y la furia del relámpago
que con su hondita amable mutila tu cuerpito,
la ropa que debía lavar en el río,
mutila tu cuerpito y no se detiene,
¿que en esto hay alguna diferencia
en los autores que deste caso escriben?,
pero esto importa poco a nuestro cuento,
basta que en la narración del
no se salga ni un punto de la verdad

viernes, enero 06, 2006

Guadalajara: entre la (fil)cción y la verdad




A finales de noviembre tuve la oportunidad de pasar unos días en Guadalajara para presentar una antología de poesía peruana última en el marco de la Feria Internacional del Libro. Era la primera vez que visitaba esta bella ciudad mexicana, pero no era mi primera experiencia en suelo azteca, pues en el 2000 estuve en el D.F. para unos recitales de poesía como integrante del grupo Inmanencia, que fue invitado al Primer Junio de Poesía bajo el auspicio del Instituto de Cultura de la Ciudad de México.
Donde los peruanos vayamos creo que una de las cosas que más nos gusta son las odiosas comparaciones, así que quería empezar un poco con eso, el estado de Jalisco donde Guadalajara se encuentra es comparable a Arequipa por su deseo secesionista y su hondo sentido regionalista en continua pugna con la capital, pero el progreso económico y cultural de Guadalajara aplasta cualquier similitud. En Guadalajara encontramos como grandes atractivos turísticos y culturales su herencia prehispánica, su pasado colonial, los excepcionales e impresionantes murales de Orozco, el Festival Internacional de Cine, la FIL, el teatro Diana que celebró los 400 años del Quijote con diversos espectáculos y donde Vargas Llosa y Aitana Sánchez Gijón presentaron el montaje “la verdad de las mentiras” que incluye la lectura de los textos literarios favoritos del autor de “Conversación en la Catedral”, otros atractivos de la ciudad, por estos días, son la presencia del Cirque du Soleil y U2, y se está hablando de la posibilidad de abrir un museo Gugenheim, lo cual le daría mucho más atractivo a tan pintoresca ciudad. Habría que señalar que el gran motor detrás de esta consolidación de Guadalajara como centro difusor de cultura en Latinoamérica es la UAG (la Universidad Autónoma) que es la dueña de la FIL, y que a su vez cuenta con un centro cultural, teatros, parques temáticos y la casa Cortázar (el centro de estudios de literatura latinoamericana) con escritores de la talla de Gabriel García Márquez y a Carlos Fuentes dentro de su plana docente.
Por otro lado, para no ponernos demasiados cultos también mencionaremos que los parroquianos de los pintorescos bares como el Parián que queda a 45 minutos de Guadalajara, en Tlaquepaque (que en náhuatl quiere decir ‘pueblo de alfareros’), y según la gente del lugar, el bar más grande del mundo, todavía recuerdan con mucho cariño al granítico y otrora capitán de las selecciones peruanas, Héctor Chumpitaz, sí, el ídolo caído en desgracia por sus relaciones con el gobierno de Fujimori. Chumpitaz jugó algunas temporadas en el Atlas, clásico rival del Guadalajara, las chivas, el otro equipo popular del estado de Jalisco.
Ahora bien, la FIL de Guadalajara resultó ser una experiencia impactante, se le considera la segunda feria del libro más grande del mundo después de la de Frankfurt. Las más importantes editoriales del mundo hispanohablante se dan cita en este gran mercado de relaciones públicas y firmas de jugosos contratos y ganancias con infinidad de títulos, uno se puede perder entre los inmensos stands de los emporios editoriales, pero la fiesta del libro en Guadalajara no solo da cabida a estos grandes negociantes de la cultura, sino que también en ella se pueden encontrar pequeñas editoriales que al haberse fusionado para plantear estrategias comunes frente a retos más grandes, como lo es una feria de estas proporciones y así evitar ser eliminados como competencia en un mundo regido por la globalización y el libre mercado, nos muestran gran variedad e independencia crítica entre los títulos que ofrecen, así podemos hablar de editoriales como Aldus del poeta Ernesto Lumbreras o Ediciones Arlequín de Felipe Ponce.
Pero la FIL no solo es la fiesta del libro sino que los diversos emporios editoriales organizan cenas, fiestas y brindis en los mejores hoteles de la ciudad o al menos en sus propios stands, donde se puede entrar en diálogo con reconocidas figuras de las letras hispanoamericanas. Además la FIL cuenta con una concha acústica donde se ofrecen conciertos de música popular o espectáculos teatrales y como en esta ocasión fue Perú el país invitado, pasaron por el escenario los grupos de rock, Líbido y la Sarita, y el grupo de teatro Yuyachkani. Pero eso no es todo porque, a su vez, Fernando de Szyslo, representando a las artes plásticas de nuestro país, exhibió sus obras en una galería de la ciudad. Sinceramente hubiera preferido que la obra de Tilsa, mucho más original que la del pintor de Santa Beatriz, fuera exhibida además de la de otros artistas plásticos.
La presencia de Perú en la feria, permitió el lucimiento y las declaraciones controversiales de diferentes escritores, aunque los más noveles no tuvieron mayor cabida, porque la atracción central fueron los consagrados Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y el mediático Jaime Bayly. Pero tampoco se puede esperar que no sean así las cosas, porque una feria de libros es exactamente eso, una feria, donde se trata de vender mercancías, en este caso son libros, y en otros serán autos o lo último en tecnología, así que los autores más famosos cuentan, con justa razón, con la mayoría de la atención por parte del público y los medios de prensa, de esta manera se asegura el éxito empresarial del evento. En el caso de Vargas Llosa, fui testigo presencial del lleno abarrotado de los auditorios donde le tocó hablar. Podamos discrepar o no con Vargas Llosa pero lo que no se le puede negar es la integridad para defender sus ideas en cualquier auditorio que tenga en frente, a pesar que algunos digan que con el gobierno ultracatólico y conservador de Aznar nunca se metió. Si bien no me sorprendió la abierta franeleada de José Miguel Oviedo para desmerecer la presencia de los demás invitados a un panel sobre México y Perú, entre los que se contaba el prestigioso historiador mexicano Enrique Krause, y afirmar que todos estaban esperando por lo que pudiera decir Mario, lo que sí me sorprendió fue que Vargas Llosa defenestrara abiertamente contra el nacionalismo llamándolo uno de los más grandes males de la humanidad que evita la integración de los pueblos y la democratización de los mismos, ante un público, como el mexicano que como todos sabemos es el más nacionalista de Latinoamérica. En general, el nacionalismo mexicano se explica a partir de la vecindad con los Estados Unidos. México se define en esta relación ambigua de amor y odio con el gigante del norte. Pues bien, no se oyeron silbidos ni protestas de parte del auditorio, en este sentido podríamos comentar que quizás sea así porque la figura de Vargas Llosa es tan importante internacionalmente que está por encima del bien y del mal, y que si se hubiera tratado de un escritor menos conocido habría recibido el repudio generalizado. Son muy conocidos en México sus comentarios agresivos al PRI cuando éste era el amo y señor de la política mexicana y, en cierto modo, los mexicanos le reconocen a Vargas Llosa gran mérito en la lucha para poner fin a la dictadura perfecta del PRI. Otro día, en cambio, cuando comparó la figura de Andrés Manuel López Obrador (gobernador del D.F. y candidato del PRD) con la de los polémicos, Castro y Hugo Chávez, sí recibió dardos furibundos por parte de la reconocida novelista y periodista Elena Poniatowska. Ahora bien, la presentación de la entrañable figura de las letras mexicanas me pareció la más sincera y simpática de todas, sobre todo cuando afirmó que su relación con José Emilio Pacheco y Carlos Monsivais no se basó en puros intereses intelectuales sino que ambos fueron sus ‘fogosos amantes’, lo cual causó gran risa entre los espectadores porque ambos estaban sentados a su lado para comentar la publicación de sus obras reunidas.
Podríamos resumir la presencia de Vargas Llosa en Guadalajara como una reiteración de su posicion estética y política. Sobre la primera, con sus propias palabras: “El tema realidad y ficción se puede abordar desde muchos ángulos y perspectivas, pero básicamente se puede resumir en que la realidad es la verdad y la ficción es la mentira.” Y sobre la segunda, la defensa del liberalismo representado en las democracias capitalistas europeas, que más de un desubicado, califica de socialistas, o de izquierda, causándome gran risa, ¿qué pueden tener de izquierda Tony Blair o Zapatero?. Bueno, si los demócratas de USA son considerados de izquierda, entonces cualquier cosa se puede pensar en materia de política fuera de Latinoamérica. En este sentido, también, la prensa norteamericana cae en un grave error en llamar gobiernos de izquierda al régimen de Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Ricardo Lagos en Chile, Lula en Brasil, Kichner en Argentina y ahora Evo Morales en Bolivia, cuando cada uno presenta sus particulares reivindicaciones y donde la denominación de gobiernos de izquierda simplifica un panorama mucho más rico y complejo.
En fin, durante los días que duró la FIL hubieron mesas, paneles, presentaciones de libros para todos los gustos, buena parte de las cuales estuvieron dedicadas al Perú como país invitado que era, entre las que podemos mencionar el Quijote en quechua (pura iniciativa populista porque el quechua finalmente es una lengua ágrafa y los campesinos que no saben leer aunque conocen el idioma no van a tener acceso al texto, una iniciativa más original y coherente hubiera sido la de narrar el Quijote en quechua pero como libro hablado en cassettes), las antologías de poesía peruana del Fondo de Cultura, de la Universidad Autónoma de Guadalajara, de la Universidad Autónoma de México, así para concluir, puedo afirmar que me fui tan lejos para encontrar lo cercano, lo que estaba siempre conmigo, en mi corazón, pues entre este mar de opciones resalto excluyentemente la presentación del Padre Gutiérrez en un panel sobre la obra y el legado de José María Arguedas, entre los cuales se contaba al pintor Fernando de Szyslo, al novelista Edgardo Rivera Martínez y a la reconocida crítica Raquel Chang Rodríguez, así el laureado pensador de la Teología de la Liberación, nos dejó con unas cuantas palabras que hasta hoy día, 30 de diciembre del 2006, me siguen causando una profunda emoción como la contemplación en silencio de las piedras milenarias que erigieron nuestros ancestros y la frustración e ira por la persistente injusticia con que se discrimina y se manipula a los herederos de nuestro rico pasado, los injustos despojados de siempre: “Por esas razones, me parece que el mejor lugar para escuchar la voz de Arguedas no es el silencio, sino la bulla, es en el bullicio nacional, son los gritos dispares de la gente, uno de los personajes de su última novela que él llamaba abreviadamente, los Zorros, es Moncada que predicaba en el mercado, donde no se oye nada, sino precios, ventas, rebajas, yo creo que la voz de Arguedas no se entiende sino en el coro de los gritos, quejas y expresiones de alegría de un pueblo porque él busco estar allí, el acompañamiento musical de Arguedas son estos gritos del pueblo, no solo como quejas sino como expresión de vida, su visión del Perú nos dice tanto aún, cerca de un aniversario más, en estos días es que se dispara un tiro en la sien y muere.” [El 28 de noviembre de 1969 Arguedas se pegó un tiro. Murió el 2 de diciembre: tenía 58 años]

The Edukators



Imperdible película alemana del 2004. Un par de amigos, Jan (Daniel Brühl, recordado por su participación en Good Bye Lenin) y Peter, deciden armar una célula autodenominada “Los Edukadores” que intenta ir un poco más lejos que las marchas y movilizaciones a las cuales ellos asistían para tratar de llamar la atención sobre las condiciones de desigualdad en las que la sociedad alemana, de posguerra, se ha ido estableciendo. Los edukadores ingresan a las mansiones de los acaudalados por las noches cuando estos están de vacaciones y las trastornan por completo, en una especie de happening, dejando un mensaje: “Tus días de riqueza están contados”. Los planes de los dos amigos se complican cuando Jan se enamora de Jule, la novia de Peter, cuando éste sale de viaje. Así, Jule se entera de la existencia de los Edukadores e ingresa a la célula. Mientras Peter sigue de viaje, Jan y Jule deciden improvisar un poco e ingresan a la mansión de Hardenberg , un hombre de negocios con quien Jule tiene una fuerte deuda por haberle chocado su Mercedez. Al final, deben secuestrar a Hardenberg porque los ha descubierto y para esto, Peter ya ha sido enterado del ingreso de Jule a la cofradía. Lo que sigue es una estancia en las montañas donde los Edukadores, que ahora son tres, pueden conocer un poco más de la vida del tal Hardenberg, quien para su asombro había sido miembro de un grupo antisistema de los setenta, pero que decidió finalmente cerrar filas con la ideología triunfante. Los muchachos regresan a la ciudad y devuelven a Hardenberg a su mansión, prometiendo éste perdonar la deuda de Jule y asegurándoles que no va a informar a la policía de su secuestro. Para esto los Edukadores ya han resuelto la crisis de estar inmersos en un triángulo amoroso y deciden que esta situación no debe distraer el fin por el que están luchando. Handenberg, sin embargo, como un agente más del sistema, incumple su promesa y manda a las fuerzas del orden a la captura de los Edukadores, con un desenlace sorpresivo.
Ahora bien, ¿cómo pueden luchar los movimientos antiglobalización y antisistema contra el status quo mundial si muchos de sus miembros para sobrevivir deben trabajar para este mismo sistema que aborrecen? Por ejemplo, Jule trabaja en un restaurante lujoso, aunque luego renuncia a este empleo. Por otro lado, Chomsky gran crítico de las políticas de USA y reconocida figura antisistema, sin embargo sigue laborando en MIT, centro de educación superior impulsor del status quo oficial. De la misma manera, Hardenberg, el oscuro hombre de negocios y ex-revolucionario, nos recuerda a tantos otros que traicionaron sus ideales y que ahora mismo defienden los intereses económicos de este mundo corporativo y se exhiben como paladines del libre mercado y del liberalismo y que podemos encontrar en toda Latinoamérica y en los países industrializados. La misma película ha sido comprada y promocionada por la poderosa IFC norteamericana (Canal de Cine Independiente), con lo cual se nos está afirmando, aparentemente, que el contenido del film no debe ser tan peligroso para las políticas del sistema actual. Pero lo mismo podríamos afirmar de las películas revolucionarias de Godard que vistas a la luz de un espectador sin ideología, lo único que le permite es el comentario de la calidad estética del trabajo del maestro francés. Pasando al nivel de la crítica, hay que mencionar que Foucault y Derrida, a su vez, son leídos en las aulas de la escuela americana de una manera desideologizada olvidando el contenido revolucionario que sus reflexiones inspiran, y más bien recuperando sus conceptos, contrarios al status quo, como simples categorías novedosas y útiles para la interpretación de los textos. Esto es así porque el sistema capitalista siempre va a reordenar y absorber sus críticas para proyectarlas nuevamente a un mundo carente de un acercamiento dialéctico hacia las cosas, es decir, hacerlas acequibles al mercado. De allí que, por ejemplo, si encontramos a un muchacho (podría ser hasta un yuppie de Wall Street) caminando por las calles con un polo de las Black Panthers, el Che (cuya imagen casi fue utilizada para hacerle propaganda al vodka sueco Absolut) o de la Baader-Meinhoff no debemos pensar, ilusamente, que se trata de alguien que ha asumido un discurso critico, sino más bien que, en el mejor de los casos, se trata de un posero, al que le parece cool el culto por la imagen misma. Lo más importante aquí es no caer en la trampa, pues esta película The Edukators aunque haya sido adoptada por el sistema no deja de poseer cierto contenido revolucionario que llama indudablemente la atención sobre la sociedad egoísta y consumista en la que vivimos, de la misma manera como lo hacen Foucault, Derrida y las películas de Godard.

miércoles, diciembre 28, 2005

LA CIUDAD DE LOS CÉSARES



Pocos serán los que no se levanten, los que no se levanten

con nosotros y no vayan sonrientes


Saint John Perse


Desde el tejado nos contemplan los gritos en llamas de los siglos, Aníbal expectante frente a la otra orilla, recuerda los cantos de todo un pueblo, entre la paz de Ngai y las fiestas de Odwera, el más silencioso, era el fin de la Cuarta Guerra Púnica, los africanos apenas regresan victoriosos a la aldea, “os saludamos caminantes, estirpe de leones y mapas estrellados”, vistiendo ropas de lujo y mostrando sus monedas de oro vinieron, trajeron consigo sus esclavos, románticos y barbados nos decían las mil y una noches de su patria, del Preste Juan, de los Campos Eliseos y de sus ritos fúnebres, hombres y mujeres sepultados con monedas de cobre latiéndoles en la hierba de los ojos y en la punta de sus lenguas, monedas de cobre en las palmas abiertas del barquero que los cruza al otro lado, porque también en la región de los muertos hay el otro lado, pero esta vez más cercano al nuestro,
la vida en la aldea ya no fue la misma desde esa tarde, 40 grados a la sombra, el té hirviente a la vera de las palmeras de Dakar amargaba en nuestras bocas por lamer tanto el oro, oro que los africanos obsequiaron como muestra de la hospitalidad de nuestra gente, muchos como mi padre y yo, Aníbal, decidimos levantar las tiendas y empezar a caminar hacia el norte que es el oeste, la preparación no tomó mucho tiempo, partimos cinco hombres, las esposas, nuestras madres nos alcanzaron el pan y el agua la ocultamos en una bolsa de piel de chivo, en una semana, según los mejores pronósticos de los guerreros cartagineses pondríamos pie en las fuertes y factorías de Iberia, con pateras listas para cruzarnos al otro lado, donde ya habían empezado a construir más ciudades y se habían reiniciado las luchas,
Hasta aquí olíamos la reventazon dulce, los inmensos muros celestes y cercas multicolores, las olas del mediterráneo, las columnas temblando desde sus cimientos de coral, los caballos y tritones del dios del gran río defendiendo con fiereza sus riquezas
ante la inminente llegada de estos oscuros invasores, unos kilómetros más adelante, con los pies hinchados, pasamos por Gao, allí nos topamos con los númidas descansándose fuera sus tiendas. “Pasen, hermanos del otro lado del río, pasen, tomen un poco de té, descansen, caminantes”, Néstor, el viejo rapsoda nos entretuvo durante largas noches, que fueron solo una, inventando el sonido inmortal y misterioso de las tormentas de arena, y cantó las hazañas del gran rey cartaginés, las glorias de los elefantes africanos que una vez cruzaron los Alpes, llenando de espanto y zozobra, pisoteando las mejores legiones de la Ciudad de los Cesares, pisoteando las laderas orgullosas de la Lombardía, pero no sólo cantó el rapsoda del relámpago que emanaba del beso de sus lanzas, porque luego de las guerras, bajo la protección de Kush, los númidas habían comerciado con el otro lado y las aldeas del África del Norte.
“Ellos no entienden nuestras razones, aventureros, potros nacidos de la savia del árbol Seth, con la espina de Timbuktu atragantándoseles en sus gargantas ávidas de tierras bárbaras y maravillosas, nosotros somos raza de peregrinos, espuma de aire que da nombre al desierto, con el recuerdo de un sol tatuado en nuestras pieles, no necesitamos aprender otras lenguas, años ya, las cohortes de la Ciudad de los Cesares dominaron estas rutas del comercio de esclavos, abandonándolas luego sin dejar un solo peregrino en pie, se los llevaron a todos, los arrancaron púberes de los senos de Ashanti, para servir en tierras lejanas que huelen a caña y algodón, donde los lobos dan saltos y se cuelgan alrededor del cuello de la luna, el cisne de sus noches, y el hombre de arena perturba la risa de sus sabios,
Ahora ellos siguen confundiendo a los peregrinos que largamos para allá, confundiendo la preciosa sal con sus monedas, un día quisieron volver, pero los echamos a punta de la preciosa sal de nuestras lanzas, llevando la lucha hasta sus fronteras, y ellos sin culpa alguna utilizan la imagen de los tracios, para ponerle más tierra a sus abusos, ¿acaso los tracios — Hermanos — incendian las Bibliotecas de Alejandría o Sarajevo? ¿Sólo los tracios comercian esclavos entre Recife y Curazao? ¿Están acabando ahorita mismo con los bravos apaches y sus bisontes solares? ¿Arrasan con Hanoi y los jardines colgantes de Ishtar? ¿Siguen subyugando con sus rápidos bajeles las provincias plenas de Incienso y Mirra, el Indostan de los Brahmanes, los cuatro elefantes que sostienen el mundo conocido con sus lomos solidarios?,”
unos kilómetros dentro las fauces del sueño de mayo, la madre ballena, peregrinos como nosotros, acudían fervorosos en procesión desde todas las regiones del África, incluso de los reinos ricos de Benín y Saba, enterraron sus pacientes huesos en la hambrienta panza del desierto, el modesto hábito, el cayado y la concha cocida en nuestras carnes, no desanimó a los tuaregs, los asaltantes de caravanas hundían sus cuchillos y machetes en los vientres imaginando encontrar en nuestras descocidas tripas las valiosas joyas, las monedas necesarias para alcanzar el aire, la visión del otro lado,
“El exilio no es el pexe alado de las horas”, las lágrimas del poeta extranjero sin infancia surcan también estas aguas, labios sin sus labios de arrecifes diminutos, solo quedamos mi padre y yo, los otros peregrinos se rindieron antes de arribar al cuello de la ballena, faltando veinte días de marcha para entrar en las tierras del gigante Anteo y sus montañas luminosas,
“estos son nuestros cuerpos cubiertos de plumas y penínsulas que pican por todas partes, parecemos locos purificados por la maldad de los hombres, buena suerte caminantes y fructificaos al otro lado para que sus parques una vez más sean centro de diversión y no solo el silencio de los antiguos augures, benditos sean”
Llegué muy tarde a las puertas de Tánger como luciérnaga apenas titilando, trabajé con la arcilla, todas las mañanas esperando la oportunidad de subir a las pateras, ya olía fuerte la abundancia y la alegría del otro lado, modelé el plano de una ciudad en la arena, me entretuve imaginando las monedas y los vestidos de lujo de los africanos que tomaron té en nuestras tiendas, algún día todo eso sería también mío aunque la boca se adormezca de tanto morder el oro, incluso sin piernas porque si quería conquistar la Ciudad de los Cesares lo más preciado había que sacrificar,
Mi padre murió a las afueras de Casablanca, cayó enfermo de improviso, creo más de penas de amor que de otra cosa, sus cabras eran todo para él, ¿ahora quién cuidará de su pequeño rebaño?, viejo pastor de negros ojos y lento aliento, con una sonrisa que expresa la sabiduría de los más viejos, lleno de semilla y cal duró unas cuantas horas, “me llevo el beso de la mujer que asola mis visiones con su voz,” fueron sus últimas palabras, resplandecientes en su misterio, en medio de las fiebres había soñado que estaría bien y me pidió que continuase con su bendición, así, arrojé harta leche de cabra sobre su cuerpo, descosí la concha de mi pecho y la tiré, con un poca de lonja ensangrentada, mar adentro y prendí fuego a las aguas, ardieron las aguas de abajo como una avecilla hermana del jardín de los justos y el humo se esparcía generoso hacia los cuatro rincones de la ballena, al apagarse el fuego, recogí los remanentes y llené mi bolsa con ellos, ya no hay en mí, rastro de inocencia, los huesos de mi padre crujen tibios en la panza de la ballena, y las arenas cristalinas, como este canto en sus hinojos, viajan conmigo por estos cielos fríos, con las palmas amarillentas y duras como cuero, río arriba para volvernos sueño y barro.

viernes, diciembre 16, 2005

conversa sobre poesia peruana de los noventas


El grupo Inmanencia en la movida poética peruana finisecular

Chrystian Zegarra: Inmanencia fue una revolución estética –y ética a la vez-, cuyo radicalismo apuntó a despertar del letargo al ambiente literario de su época con el fin de despejar su estado de “fatiga intelectual”. Para lograr este objetivo, se enfocó sobre la base de referentes míticos, esotéricos, filosóficos e incluso místicos –sin ninguna connotación religiosa particular, más allá de la que sugiere la etimología del vocablo, en el sentido de re-ligar al individuo con alguna esfera de mayor alcance-. La idea fue plantear un regreso a las fuentes primarias de la palabra -sacralizar la experiencia verbal- con el fin de hacer frente a la constante fragmentación y pasividad de una realidad asfixiante. Se postulaba una interacción entre el sujeto y el objeto nombrado por el lenguaje lírico, antes que su total deslinde y arbitrariedad. Todo esto estaba respaldado por una firme convicción en el poder de la poesía como vehículo para generar un espacio que enfrentara al hombre con el ámbito contemporáneo alienante para cuestionar, a través del fenómeno poético, la dimensión de su ser y estar en el mundo.
Carlos Villacorta: Inmanencia buscó regresar a la vanguardia literaria de principios de siglo tanto peruana como europea. La búsqueda significó devolver a la palabra ese viejo sentido de lo primigenio, de lo rituálico que la sociedad del siglo XX ha optado por olvidar cuando no borrar del mapa. El poeta, en ese sentido, debería tomar conciencia del valor de la misma poesía no sólo como medio de expresión sino como medio de denuncia de una sociedad que cada día más aliena y desbarata al ser humano.
Enrique Bernales: Después de que a comienzos de la década surgieran voces importantes dentro de la nueva poesía peruana como Monserrat Álvarez con su libro Zona Dark, Victoria Guerrero con De este reino, colectivos poéticos como Neón que incluía a poetas como Miguel Ildefonso, Carlos Oliva, Paolo de Lima, otros grupos como Noble Caterva donde participó Roxana Crisólogo, y después de la continua actividad de recitales de poesía por esos primeros años de los noventa, lo que siguió fue un gran vacío. Ya no había recitales, ni grupos, todo se paralizó. De lo que fue la joven movida poética en Lima no quedaba nada, consecuencia también del miedo que desencadenó la represión brutal del régimen durante la Guerra Civil que atravesaba por sus momentos definitivos. Ese vacío sin lugar dudas lo llena Inmanencia en 1998. Es anecdótico, pero en el mismo momento en que la sociedad civil iba cogiendo más fuerza para enfrentarse en las calles a la dictadura de Fujimori, a través de diferentes mítines políticos, y con la consigna: “el miedo se acabó”, aparece Inmanencia en el escenario poético peruano con la intención de remecer el ambiente literario. Fue un momento muy especial, ya los grupos de poesía estaban en plena retirada, y de repente, de nuevo, aparece una propuesta colectiva con su consigna: “la sangra pagana ha vuelto”, es decir, la poesía misma. Un libro rojo y misterioso, que proponía como tesis principal, el regreso al espíritu mágico del lenguaje poético, inundó las calles de la capital y causó una amplia recepción dentro de los diferentes medios de comunicación del momento, comentarios y entrevistas en los más importantes periódicos de Lima lo acreditan, como El Comercio, La Republica, otros, como el ya desaparecido Cambio, La Industria de Trujillo, revistas como Caretas, mostraron un gran entusiasmo por la nueva voz que dentro de la poesía peruana de aquellos años, significaba Inmanencia. La sinceridad para señalar que la poesía estaba por encima de todas las cosas y era lo más importante en la vida fue lo que más atención generó en la prensa escrita y en alguna entrevista televisiva.

El origen del grupo, estética y compromiso

Chrystian Zegarra: Inmanencia se origina a partir del diálogo y la discusión entre un grupo de conciencias individuales que, en los años de la segunda mitad de la década de 1990, meditaban acerca del valor de la palabra poética y el hecho mismo de producir poesía. La tónica general del ambiente intelectual de ese entonces era la apatía, la dispersión de propuestas, la falta de enfoque para concretar un proyecto valedero y vital, en términos literarios. Se ha pensado que el significado del nombre del grupo apunta a una experiencia encerrada en la palabra descuidando lo exterior, a la manera de las teorías inmanentistas del formalismo ruso. Nada más lejos de esa pretensión. Inmanencia debe leerse como una subversión en contra del platonismo, siguiendo la línea trazada por Deleuze en su lectura de Spinoza y Nietzsche. Es decir que no existe un mundo de esencias imperecederas hacia las cuales el poeta –o el creador en general- deba remitir su producción estética. No existe tal preeminencia trascendental. Estamos inscritos en un universo signado por el devenir y el tránsito. Y esto es lo real: la constante movilidad de la naturaleza, el hombre y los elementos. Esta es la auténtica inmanencia: percibir lo inmediato movible en contra de un recurso de fuga hacia una esfera donde lo estático permanente sería la finalidad de la existencia.

Carlos Villacorta: A finales de los noventas, los diferentes discursos en la sociedad (políticos, económicos, sociales o literarios) sean o no verdaderos, cayeron en un balde vacío pues la sociedad desconfiaba de cualquiera de ellos siempre y cuando estos no proviniesen de Fujimori. Esta sensación deviene en un malestar generalizado del que poco o nada se extrae. Volver a confiar en la palabra era, pues, un llamado de urgencia en una sociedad que sólo ha aprendido a usarla para repetirse incansablemente en el fracaso, para sacar provecho de sus mismos ciudadanos. De este proceso, nace Inmanencia.

Enrique Bernales: En el año 1996, con Carlos, Florentino y Chrystian, recién entrados a la escuela de literatura de la Universidad Católica, empezamos a reunirnos en parques, bares y cafés de Lima para compartir opiniones sobre la literatura en general y sobre nuestros poemas en particular, luego se dieron diferentes retiros al interior del país donde comenzó a surgir la idea de crear un grupo de poesía, así tras dos años de experimentaciones, aparece Inmanencia en el 98, grupo que se caracterizó por proponer un discurso único con respecto a las otras propuestas de los noventa, como las de Yrigoyen, Echarri, Helguero, cuya labor era sobre todo textual, Inmanencia se caracterizó en mezclar el texto con la performance y con la creación de un concepto artístico denominado recital/ritual. Así para el grupo era muy importante la interacción y la atmósfera de una comunicación íntima que se podía generar con el público que acudía a los eventos que realizamos.



El espíritu de grupo frente a la individualidad/ ¿Inmanencia: Antigrupo?

Chrystian Zegarra: El crítico y poeta Luis F. Chueca acuñó el rótulo de “antigrupo” porque, desde su perspectiva, Inmanencia representa “el revés de una experiencia agotada”. Es decir que, frente al descrédito de la filiación grupal en hermandades literarias hacia el último tramo de los años 90, Inmanencia tiene la capacidad de remecer el contexto literario en el cual se inscribe. Además, Chueca deja bien claro que lo que estaba agotado era la práctica grupal, mas no la temática de la poesía que Inmanencia abraza. Así señala que, a lo largo de la década noventera, ha existido –con persistencia relevante y no como puro accidente- un “espacio de ritualización” en la poesía peruana, el cual está marcado por poéticas que se desvinculan de la mimesis coloquial de la realidad para refugiarse en un “lenguaje misterioso y hasta sagrado”. Por esto, Inmanencia no es un experimento aislado. Más bien, la propuesta grupal aglutinó, dio forma, a voces individuales que, de otra manera, habrían producido por su propia cuenta un discurso ritualizado.

Carlos Villacorta: Nuestros dos primeros libros señalan tanto la estética personal como grupal de sus integrantes. Mientras que el primero es un (des) encuentro con el absoluto, el segundo se hunde en las inmensidades que yacen en todo ser humano. Si bien es cierto que existían poéticas particulares, trabajar en grupo siempre fue un gran ayuda a resolver nuestras mismas preocupaciones (no sólo estéticas). En lo personal, mi crecimiento poético no hubiera sido el mismo si no hubiera pertenecido al grupo. Pero esa misma libertad creadora era individual y grupal, lo que determina, creo yo, la denominación del crítico y poeta Luis F. Chueca de Inmanencia como “antigrupo.” En la medida en que el regreso a la palabra fuera la base de nuestro discurso, nuestras propias poéticas podrían desplazarse por las angustias personales de cada uno. Finalmente, Inmanencia era un acto de fe consolidado en una década en que ni la palabra ni los grupos poéticos habían consolidado un discurso nuevo y sólido.

Enrique Bernales: A modo personal, la experiencia del grupo marcó, inevitablemente, mi propia estética, pudiéndola resumir en el fin de la experimentación formal con el lenguaje. Sin embargo, fui plasmando dentro de la misma propuesta colectiva, algunos rasgos de mi poesía que eran anteriores a la existencia de la propuesta inmanente, por ejemplo: el ritual solar. Ahora bien, creo que sobre todo nos concentramos en un ejercicio de retroalimentación, pues poníamos a discusión nuestros textos de una manera diáfana. Proponíamos nuevas maneras, dentro de la experiencia de grupo, de encarar el tratamiento estético de los objetos que poetizábamos. Nunca dejamos de ser un continuo taller de poesía, como lo demuestra el cambio del lenguaje poético grupal del primer libro al segundo, del lenguaje como expresión de lo sagrado y lo mágico, al lenguaje de lo cotidiano, reconstruyendo, el eterno ascenso y caída del hombre desde los tiempos bíblicos o desde El Paraíso Perdido de Milton. Ahora bien, ¿en qué sentido fuimos un antigrupo como nos denominó Lucho Chueca?. Creo que hay dos comentarios que ante el público definieron lo que era Inmanencia, pero que, si mal no recuerdo, nosotros nunca confirmamos o negamos con nuestras propias palabras, me refiero, por un lado, a la introducción de Rocío Silva en el prólogo al primer libro: “la poesía conversacional ha muerto” y el apelativo de “antigrupo” lanzado por Lucho. El comentario de Rocío causó mucho revuelo y discusión. ¿cómo un grupo de poesía a fines de los noventa podía matar a la consagrada y canónica poesía conversacional? Muchos se horrorizaron y nos declararon su odio y envidia, lo que también se veía venir, por la cobertura que los medios de comunicación nos dieron. A mi parecer así como la afirmación de Nietszche: “Dios ha muerto” no estaba matando a dios. La afirmación de Rocío, no estaba matando a la poesía conversacional, sino que estaba haciendo hincapié en que ésta había caído en una permanente repetición como propuesta estética y que la propuesta de Inmanencia estaba abriendo un camino nuevo que llevaba a cuestionar el desgaste del coloquialismo y que lo invitaba a reinventarse. Por otro lado, para hablar sobre Inmanencia como antigrupo, pienso que si asociamos a la idea de grupo, la construcción de un liderazgo sobre el que giran los demás integrantes, una posición ideológica, un llamado a la acción política, entonces se podría afirmar que inmanencia era un antigrupo. Pero sigo pensando que éramos un grupo de poesía, simplemente, con sus propias peculiaridades, como la conciencia plena de que el grupo se construye a partir de la interacción con el público, y quiere salir del texto para convertirse en experiencia ritual, en magia, Inmanencia proponía una revolución lúdica, estética, el grupo creó sus propios seguidores, un público fiel que nos acompañaba en todos los recitales y eso es algo que se lo ganó por las virtudes de su propuesta poética y performativa. No puedo negar que extraño esa época, esa vida dedicada de lleno a vivir de poesía, a respirar poesía, una vida llena de carencias, pero rica en espíritu.

Inmanencia y los medios

Chrystian Zegarra: Inmanencia captó el interés de los medios de una forma categórica y hasta abrumadora. Sendos reportajes y entrevistas aparecieron en los principales medios de prensa escritos, y hasta televisivos, del país. Sin embargo, esto apenas benefició la acogida del público a la propuesta estética del grupo. Al contrario, la audiencia vio en esta cobertura un afán de protagonismo desligado de cualquier compromiso serio con la poesía. Parece ser que se confundió la publicidad gratuita y oportunista con una voluntad por expresar abiertamente -sin amedrentarse- ideas y convicciones. Se puede ver también –por parte de los receptores- una suerte de autoprotección, en forma de mecanismo de defensa, ante el hecho de reconocer errores y aceptar cuestionamientos. La incomodidad ante la apelación y el pedido a cuestionar los valores sobre los que se asienta un mundo en crisis fue el telón de fondo detrás del silencio. En síntesis, la respuesta a estas intervenciones en la prensa fue el “mayor vacío”. Por otro lado, poniendo las cosas en perspectiva, esas entrevistas en periódicos y revistas constatan que el grupo siempre intentó visualizar su óptica específica sobre la literatura y definir claramente, en la mayor parte de ocasiones, un programa poético.

Carlos Villacorta: Hasta cierto punto, la masiva atención de los medios fue beneficiosa. El problema radica en esa sobreexposición a la que muchas veces nos vimos sujetos. Hay que añadir que en un país como el nuestro, esta simple aparición en revistas y diarios implica desvirtuar el discurso de quien habla. Efectivamente, ese es un problema en la actual sociedad contemporánea que ha aprendido a neutralizar cualquier discurso sea este válido o no. En nuestro país, el poeta debe mantener su silencio pues él nada puede opinar sobre su misma sociedad. Valdría le pena preguntar a otros poetas acerca de la aparición de Inmanencia. Finalmente, la cobertura de los medios no estableció ningún diálogo entre el grupo y los muchos de los poetas de nuestra generación por encontrarse todos en el mismo saco del “poeta joven que aún está por decir algo”.

Enrique Bernales: Inmanencia siempre tuvo una cobertura de prensa importante, ningún grupo de poesía peruana generó tanta expectación en los medios como nuestro grupo, eso también fue sinónimo de envidias y resentimientos, lo cual es lógico y con lo que todo artista debe saber vivir, porque así es el medio. La prensa tuvo un efecto beneficioso porque nuevamente la poesía en el Perú, recobraba su rol protagónico. Inmanencia llevaba a cuestionar la imagen del poeta alejado de los medios, recluido en su oficio, el poeta también quería verse en imagen y en texto. Sin embargo creo que no supimos aprovechar los medios al máximo, pudimos hacer mas cosas, hacer una verdadera revolución artística, pero, en el fondo, éramos también, tímidos. No éramos Dadá, quemábamos libros pero no lo hacíamos en las plazas públicas, lo hacíamos en la intimidad del cuarto.

Balance y despedida

Chrystian Zegarra: El grupo Inmanencia aportó al proceso de la poesía peruana actual el hecho de repensar la forma de creación del discurso literario. Si hacia fines de los 90’s la experiencia grupal estaba desgastada y, más aún, desacreditada; la irrupción de Inmanencia apela a la necesidad por replantear este esquema. El agruparse en un conjunto que comparte intereses literarios y culturales puede convertirse en una vivencia valiosa si el objetivo de la misma, es el de compartir y debatir puntos de vista y aproximaciones sobre las múltiples manifestaciones del espíritu. Así, la dinámica del grupo poético, más que suplantar las personalidades creativas individuales que lo conforman, da pie a la meditación y el ejercicio crítico entre sus integrantes. Más que un estado permanente, constituye una etapa inicial de conocimiento de las propias -y ajenas- potencias artísticas. En una palabra, la pertenencia a un grupo no debe anular la irrestricta individualidad de cada poeta. La proliferación, a partir de la ruptura de Inmanencia en el año 2000, de colectivos poéticos en Lima debe llamar la atención sobre la pertinencia, para los poetas que están en camino de consolidar una voz en el panorama literario, de la vivencia grupal para el desarrollo de una propia posición como intelectuales y escritores.

Carlos Villacorta: Es difícil hablar de aportes en la poesía. Sin embargo, creo que fue claro el remezón poético que se dio al ambiente literario de la época. Si la poesía conversacional había muerto como afirmaba Rocío Silva Santisteban en la presentación del primer libro, ésta regresó poco tiempo después buscando reformularse. La aparición de nuevos grupos en los siguientes años (como Cieno, Sociedad Elefante, etc.) aunque no se deban necesariamente a Inmanencia, me parece que no pueden ser explicados sin el quiebre que se produce con la aparición de nuestro primer libro. En todo caso, la búsqueda de nuevas formas y nuevas propuestas, si es que se deben a nosotros, son aplaudidas. En cierta medida, la poesía que se escribe actualmente es una poesía hija de la década anterior. Actualmente se experimenta bastante, se busca nuevas formas aunque el fondo sea el mismo. Diría yo que se ha caído en cierta democratización de la poesía que está aún nutriéndose de todos sus referentes. Este proceso lo abren los noventas con la diversidad de propuestas que dio a los lectores. Sin embargo, creo yo que la maduración de aquellos jóvenes (los de los noventas) dará su fruto en esta década mientras que la de los más nuevos hacia finales de la misma.

Enrique Bernales: El balance de Inmanencia, después de 5 años de fallecimiento, fue positivo, una entrada en escena, espectacular, con mucha expectativa por parte de la gente y de los medios periodísticos, 2 años maravillosos e inolvidables, recitales por todo Lima, desde la Noche hasta el Averno, pasando por diferentes universidades, un viaje a un festival de poesía en Ciudad de México, un público que nos acompañó hasta el final, un par de libros que resumen el ascenso y caída del hombre, una propuesta que fue una cachetada al coloquialismo y al conversacionalismo para que reaccionara y se reinventara, una propuesta sin precedentes en la tradición poética peruana que combinaba texto y performance, en fin, para mí, el mejor grupo de poesía peruana de la década. Lo negativo, en mi opinión, fue el final, quisimos matar el grupo en silencio, sin discutir, sin agarrarnos a trompadas, sin furia, fríamente, con indiferencia, y creo que eso es lo que más me duele, que Inmanencia no murió bien y es por eso que queramos o no, al menos yo, sigo y seguiré arrastrando su cuerpo hasta que muera, porque ese cadáver sigue clamando por venganza. Por otro lado, todavía a finales del 2005, se piensa que la obra se reduce al texto leído, los tiempos han cambiado, ahora se necesita de una experiencia interdisciplinaria entre las diferentes artes y discursos artísticos para completar la obra, la obra poética necesita del diálogo con la imagen, con la fotografía, con el rito, en fin, y desde que Inmanencia se disolvió, no ha habido ninguna propuesta seria de poesía en el Perú que combine texto y performance pero lo peor de todo es que la institución literaria peruana, conservadora por antonomasia, sigue consagrando el mimetismo rancio de tradiciones trasnochadas. Sin embargo, los trabajos de los poetas que se iniciaron en la década de los noventa, como Ildefonso o Victoria Guerrero, están dando sus mejores frutos en este nuevo siglo y creando su propia tradición, creo que eso es lo más rescatable de la poesía peruana de los últimos años.


Cambridge, 15 de Noviembre del 2005

los relojes se han roto



Los relojes se han roto: Muestra de la nueva poesía peruana
(Ediciones Arlequín/ Selección y prólogo
de Enrique Bernales y Carlos Villacorta)

‘¿Para qué poetas en tiempos de miseria?’ dice un famoso verso de Hölderlin, ciertamente la misma honda preocupación rondaría por la cabeza de los jóvenes muchachos peruanos que a comienzos de los noventa empezaban a manifestar su voz en diferentes recitales de poesía por la ciudad de Lima, una ciudad quebrada por una guerra civil rampando por cada una de sus esquinas, ciudad próxima a caer en manos de un movimiento maoísta mesiánico llamado Sendero Luminoso, pero que finalmente cayó en manos de una cruel y postmoderna dictadura cívico-militar organizada desde el mismo Estado. Lima, la capital del Perú, como todo el resto del país, vivía en las tinieblas, por las continuas voladuras de torres de alta tensión, sufriendo asimismo carestía de agua potable y de otros servicios básicos. Pero no sólo eso, en pleno reino de la noche, los más horrendos crímenes secretos del Estado y los continuos atentados de los subversivos irrumpían en los sueños de los jóvenes, que no volvieron a dormir jamás con tranquilidad.
A diferencia de épocas pasadas en la poesía peruana, los nuevos creadores de fines del siglo XX crecieron bajo el efecto de una sangrienta guerra civil y esta crucial experiencia marcó sus vidas profundamente. Estos son los poetas que constituyen la que denominamos, la generación de la violencia, la generación del noventa: Carlos Oliva, Montserrat Álvarez, Victoria Guerrero, Chrystian Zegarra,, Martín Rodríguez-Gaona, Xavier Echarri, Roxana Crisólogo, Miguel Ildefonso, Lorenzo Helguero, Josemári Recalde y José Carlos Yrigoyen. Estos son algunos de los jóvenes que crecieron bajo el efecto de las bombas y de los asesinatos selectivos, practicando el oficio poético destacadamente, haciendo frente, a través de su arte, al miedo impuesto por una dictadura.

Enrique Bernales