sábado, agosto 24, 2013

CLOSER de Patrick Marber… Tan cerca y tan lejos


Amor urbano y descartable, ¡cuántas vidas se han salvado en tu nombre!

Desconocía por completo la existencia de esta obra noventera cuando asistí a su puesta de escena por los estudiantes de la Escuela de Drama de Denver University hace ya algunos años. Iba simplemente y de manera honesta lo digo a pasar el rato y nada más. Al correr de los minutos los diálogos de los actores y el sonidito del módem de una conexión a internet prehistórica me iban perforando, no sé, iba sintiendo como si un camión me pasara por encima o mejor dicho que Mike Tyson me hubiera arrancado un pedazo de oreja. Cuando todo acabó, caminando hacia la salida sentí que había entrado con algo, pero ese algo ya no estaba conmigo, se había perdido, quizás para siempre. Creo que ése es el efecto que provocan las grandes obras en uno. Se trataba de un puesta de escena de estudiantes y la obra igual te pegaba con todo. Te hacía sentir como un pedacito de vidrio, filudo y por tanto peligroso. Luego me hice de la película, craso error. Se dice que hay novelas que no se deben traducir en lenguaje fílmico, lo mismo ocurre con el teatro, hay obras que cuando llegan al cine pierden demasiado sino toda la magia y el encanto. Esto ocurre con Closer, el lenguaje es la clave de la obra, los diálogos tienen mucho poder. Poder que se diluye con la velocidad que le imprime la imagen cinematográfica. Closer pertenece a su rincón de luces y sombras donde la palabra se potencia. En ese sentido, el significado del maldito modem que hacía de la conexión al internet toda una odisea es clave para entender que Closer apela a la lentitud del contacto, de la conexión, apela a la intimidad de la espera. ¿Se acuerdan cuánto demoraba cargar una estúpida foto? Sí, se acuerdan.

¿Es posible sacrificar todo por llegar a la verdad? Esa es la pregunta existencial que se plantea la obra, la excusa es el amor y la comedia de situaciones entre dos parejas de los noventa, pero qué es el amor sino la forma más fácil en la que los humanos pueden experimentar la fantasía de la verdad. El amor no necesita de un doctorado, está disponible para todos como un like del Face. A ver, doctor infierno, ¿pará qué sirve el amor? El amor sirve para internalizar la verdad. Esa verdad que ha preocupado a los humanos desde su origen. Por eso escribimos, nos matamos, leemos, tomamos fotos, miramos pelis, viajamos, pintamos, hacemos el amor, nos perdemos en el universo sideral, trabajamos con ratas en laboratorios. Está en nuestra naturaleza descubrir la verdad de la existencia. El amor es un atajo para llegar a esa verdad porque no se necesita de la razón ni de un conocimiento sofisticado sea científico, racional o artístico para reclamarlo como tuyo. Es una pulsión con origen en el pasado. Un pasado que alimenta el inconsciente, esa cajita feliz de Pandora radio.  Stupid Dan. Stupid me.

Act. 1 Scene 1.

Alice. I never look where I’m going.
Dan. I looked into your eyes and then you stepped into the road.
Alice. Then what?
Dan. You were lying on the ground, you focused on me, you said, ‘Hallo, stranger.’

Alice, Alice, Alice in Wonderland, qué personaje. Alice es un Minotauro. Alice pertenece al panteón de esas heroínas que lo dan todo por vivir como Emma Bovary o Anna Karenina. Quién no quiere cruzarse en la vida con una Alice que desde la pista te dice hacia arriba mirándote bien a los ojos, “Hallo, stranger”. Sí, Closer es sobre amores burgueses, amores de ciudad. En la ciudad todos somos extranjeros, irreconocibles, pasamos por la vida en busca de un reconocimiento que no llega, pero allí está Alice que te saluda y te reconoce como extranjero, “Bicho de ciudad” como cantan Los Piojos. Ella con dos palabras acaba con el absurdo de la vida, descubre tu verdad y le mete una patada en el trasero al personaje de la novela de Camus. Es así el amor. 

Bonus track

Musiquita del modem:


Amor descartable (Virus)



Bicho de ciudad (Los piojos)



Closer