martes, julio 01, 2008

The Thousand Islands on St. Lawrence River



Salí de Montreal y me dirigí a mi siguiente destino, el parque regional Sandbanks. Me embarque en la highway 401 West. Reposé unos minutos en un lugar llamado Brockville con el objetivo de recabar información sobre The Thousand Islands. Había dejado atrás Québec, la fiesta de San Juan Bautista, los colores azul y blanco. Ontario me daba la bienvenida con sus banderas rojiblancas, en espera de celebrar a todo lo alto el próximo 1 de Julio, el día nacional de este país. En Brockville como en diversos poblados de Ontario ondean las banderas de Canada y el Reino Unido porque esta provincia fue fundada por los ‘loyalists’, los angloamericanos que se mantuvieron fieles a la corona británica durante la guerra de independencia que dio origen al ahora país más poderoso de la tierra: los Estados Unidos. Así fue que los ‘loyalists’ tuvieron que huir derrotados de Nueva York y Nueva Inglaterra —donde actualmente vivo—, tomando refugio en estas tierras más al norte. El malecón de Brockville ofrece una buena vista del Saint Lawrence River y de algunas de sus mil islas. Desde el malecón se puede ver flamear la bandera norteamericana al otro lado del río. El río Saint Lawrence o Saint Laurent sirve de línea divisoria natural entre Canadá y el poderoso vecino del sur.



Unos cuantos kilómetros más adelante di con el puente internacional de las mil islas y el Sky Deck, el colosal mirador de 400 metros de altura, desde el cual se puede apreciar un paisaje único.



La estructura de metal ofrece dos opciones para llegar al punto de observación, la usual escalera y el ascensor de alta velocidad. Me incliné por este último. Al llegar puedes elegir entre tres niveles. Como en Estados Unidos, en Canadá también puedes elegir en casi todo. Siempre es mejor llegar al nivel más elevado del Sky Deck por más que se sufra de vértigo. Vale la pena.



Hacia el norte donde se pierde tu vista, más allá de la vegetación exuberante, las formas isleñas y el río, se puede llegar caminando hasta el polo norte. Te esperan cuatro mil kilómetros y probablemente alguna mordida de osito polar extraviado por falta de hielo, cortesia del global warming. Hacia el sur se encuentra la frontera menos custodiada del mundo entero (Canada-USA Border). Hacia el este navegando por el St. Lawrence River se desemboca en el Océano Atlántico y desde allí puedes elegir tu destino, todo un mundo por descubrir y conquistar.





En realidad no hay mil islas, solo novecientas noventa y siete; no es que las haya contado, una placa ofrece al turista esta información ;). El origen de las islas se remonta a las inundaciones producidas al final de la Era Glaciar, las islas son montañas sumergidas por efecto del fenómeno que cambió la geografía de este lugar del mundo.

Las mil islas con sus encantos quedaron atrás, me esperaba más adelante el parque regional Sandbanks en la provincia de Ontario, a orillas del lago del mismo nombre. Había llegado a la tierra de los Grandes Lagos. Antes de ingresar al parque el visitante debe pasar por el poblado de Picton donde los granjeros ofrecen a los campistas frutas de estación (cerezas, fresas), leña y hielo.



Lo más interesante de este parque regional son sus playas a orillas del lago Ontario. Los habitantes de las provincias de Ontario y Québec acuden masivamente hasta este espacio de recreo durante el verano.







Alemania-Turquía, semifinal de la Eurocopa

El miércoles 25 de junio me dirigí a Picton, el pueblo más cercano a Sanbanks. Allí camine por las calles buscando un bar para ver la primera semifinal de la Eurocopa Alemania-Turquía. Me mantuve neutral en mis preferencias porque mis dos compañeros de cuarto, Ben y Kerem son respectivamente de nacionalidad alemana y turca. Al final di con algo que se asemejaba a un bar. Era como entrar a la casa de cualquier particular y al avanzar por unos pasillos se daba a un salón, la dueña lo denominaba Aly’s Pub. Le solicité a Aly que sintonizara el canal y con mi Canadian Molson (la cerveza de esta región del mundo) en la mano le dije: cheers. Lo más interesante no fue el partido (3-2 para Alemania) pero en cambio estar rodeados de lugareños que preguntaban de donde era, qué hacía por aquí, entre otras curiosidades. Los lugareños le iban a Turquía. Todavía por esta región no han cicatrizado las heridas de la Segunda Guerra Mundial. Muchas familias perdieron al menos a un pariente durante el desembarco de Normandía y en las posteriores operaciones de las fuerzas aliadas en el continente europeo. En esa Guerra participaron tanto pobladores de Ontario como de Québec. Entonces, una de las pocas cosas que tienen en común los anglos y los francófonos del Canadá es su rencor hacia los germanos.

Corto Maltese y los elefantes rosados de Samarcanda



En un viejo negocio del centro de Montreal, a la altura de la cuadra seis de rue St. Catherine Ouest, me encontré con ese personaje de leyenda que hizo famoso su nombre en los mares del sur. Al ingresar en el establecimiento me acordé de cierta antaña tienda de objetos raros e inquietantes, ubicada en Maracaibo, Venezuela. El dueño se hacía llamar Levi Columbia. La tal tienda era frecuentada por un tal profesor Steiner, autoridad en lenguas precolombinas y de más atrás, apreciado amigo del Corto Maltese. Allí estaba al alcance de mi mano la creación de Hugo Pratt, el hijo de un marino de Cornualles y de la novia de Gibraltar, una gitana que aparece en un cuadro de Ingres. Qué diría Corto al verse transformado en un objeto de colección de Levi Columbia, él que ofreció dos candelabros de oro macizo por la cabeza de Pierre La Reine, reducida por los jíbaros ecuatorianos y exhibida en la tienda del negociante venezolano. Pues bien, yo hice lo mismo, ofreciendo mucho menos. Si bien Corto enterró la cabeza de Pierre la Reine en el cementerio de la catedral de Nuestra Señora de Maracaibo, en cambio yo hice del famoso marino de Malta, mi compañero inseparable de esta aventura fabulosa por las tierras canadienses, parajes que el Corto Maltese no pudo conocer en vida por su obsesión con los mares del sur. Esos mares del sur que empiezan más allá de las Columnas de Hércules y se adentran en los corazones de los hombres con hambre de mundo. Conmigo Corto vivirá otras aventuras, quizás menos violentas, pero igual de misteriosas. Por momentos pienso que es Corto quien escribe por mí y es que ambos odiamos la línea de la vida que aparece en nuestras palmas, es por eso que nos hicimos una a nuestro gusto con la navaja de papá…

“En estas playas los ahora extintos guerreros iroquoises reverenciaban el sol de sus ancestros y la tercera luna, donde ahora este peruano y yo les rendimos homenaje danzando y aullando cual lobos mientras los descendientes de africanos, ingleses y franceses nos acompañan con el sonido de sus tambores encantados”



Corto Maltese: La balada del mar dulce/ Hugo Pratt

Swatch y Corto Maltese tienen algo en común. Ellos comparten una inimitable elegancia y un infatigable estilo de vida. Corto Maltese, el amigo de los débiles y oprimidos, con un agudo sentido del humor y su encanto especial, es un héroe único, un hombre de honor y acción. Nacido en Malta, hijo de un navegante británico y una gitana de Sevilla. Inició su vida hace cuarenta años surcando los mares del sur de la imaginación de Hugo Pratt, un excepcional ilustrador y novelista, unos de los más grandes artistas del cómic moderno. Corto Maltese no busca aventuras, las aventuras lo encuentran, amante de la libertad y el humanismo, viaja por el mundo en busca de un tesoro o para alcanzar un sueño. Si los relojes Swatch hubieran existido en su tiempo, Corto Maltese seguramente hubiera usado uno de los modelos de colección en el transcurso de sus travesías.

Corto Maltese: Las mil islas/ Hugo Pratt

2 comentarios:

Alan Murray dijo...

Me gusto tu tecnica al relatar. Preciso y con ritmo. ¿Escribes ficciones?

Alan Murray

Enrique Bernales dijo...

si tengo una novela que acabo de publicar y presentar en la feria del libro de lima se llama los territorios ocupados saludos

enrique