lunes, septiembre 22, 2008

LA BATALLA DEL ÚLTIMO SEGUNDO Y LOS CONDENADOS DE LA TIERRA

“La juventud de un país subdesarrollado es frecuentemente una juventud ociosa. Primero hay que darle ocupación......La concepción capitalista del deporte es fundamentalmente distinta de la que debería existir en un país subdesarrollado. El político africano no debe preocuparse por formar deportistas, sino hombres conscientes que, además, sean deportistas. [De lo contrario] pronto se contemplará la podredumbre del deporte por el profesionalismo, el comercialismo....No hay que cultivar lo excepcional, buscar el héroe, otra forma de líder. Hay que elevar al pueblo, ampliar el cerebro del pueblo, llenarlo, diferenciarlo, humanizarlo. Volvemos a caer en la obsesión que nos gustaría ver compartida por todos los políticos africanos, la necesidad de ilustrar el esfuerzo popular, de iluminar el trabajo, de desembarazarlo de su opacidad histórica”.

(Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra)

POR: César Ángeles L.


PRIMER TIEMPO

Con estas palabras caracteriza el escritor y político martiniqués, Frantz Fanon, la actividad deportiva a raíz del período revolucionario vivido por Argelia, desde fines de los años 50 (la guerra de guerrillas contra el colonialismo francés terminó con los acuerdos de Evian de la independencia de Argelia el 5 de julio de 1962). Publicada póstumamente en 1961, su obra más influyente, Los condenados de la tierra (Les dammés du monde, con Prólogo de Jean Paul Sarte), aborda diversos aspectos de ese proceso, pero también del continente africano y, en general, de lo que por entonces se llamaba el Tercer Mundo (“países subdesarrollados” también los llama Fanon, con una terminología hoy criticada y en desuso en los análisis más serios del campo cultural, político y social). Esta obra, y esta cita en particular, nos vienen a pelo, ahora que la selección peruana de fútbol de mayores acaba de obtener un esforzado empate ante el reciente campeón olímpico: la selección de Argentina. El partido del pasado 10 de setiembre, en el coloso del Monumental, tuvo un sabor especial, no sólo por aquel rival de polendas, sino también por la tradición contradictoria y compleja que en el plano deportivo existe entre Perú y Argentina, desde aquella recordada faena en la Bombonera en 1970, con unos novísimos Cubillas, Sotil y sobre todo un jamesdeaniano Roberto Challe, entre otros buenos jugadores de aquella época, además de la sospechosísima goleada de 6 contra 0 que encajó la selección peruana ante Argentina en el Mundial de 1978 realizado en este país (un resultado que permitió la clasificación argentina a la final -que ganó- y que se ha prestado a varias conjeturas, entre las que resalta la “echada” del seleccionado peruano para favorecer a su rival)*.

El partido del pasado 10 de setiembre, en el coloso del Monumental, tuvo un sabor especial, no sólo por aquel rival de polendas, sino también por la tradición contradictoria y compleja que en el plano deportivo existe entre Perú y Argentina, desde aquella recordada faena en la Bombonera en 1970, con unos novísimos Cubillas, Sotil y sobre todo un jamesdeaniano Roberto Challe, entre otros buenos jugadores de aquella época, además de la sospechosísima goleada de 6 contra 0 que encajó la selección peruana ante Argentina en el Mundial de 1978 realizado en este país (un resultado que permitió la clasificación argentina a la final -que ganó- y que se ha prestado a varias conjeturas, entre las que resalta la “echada” del seleccionado peruano para favorecer a su rival).1 A lo anterior habría que sumar esos dos partidos para la eliminatoria de México 86 frente a Argentina, con la última selección peruana merecedora de tal nombre; sino yerro, allí se dio nuestra única victoria en Lima frente a esta selección, 1-0 con gol del “ciego” Oblitas, siendo director técnico el mismísimo Roberto Challe. Décadas después, otro empate contra ese rival ha puesto en primer plano a los futbolistas de la actual selección de mayores.

Idos ya los días de la glorificación de los integrantes de la sub 20, los “jotitas” (a quienes se les hizo una serie en la TV peruana y todo), con su rutilante estrella Reymond Manco, hoy en Holanda, (siguiendo los pasos de una estrella local hoy cuestionada por el escandalete del Hotel El Golf: Jefferson Farfán); idos también los días de las tan inesperadas como celebradas victorias internacionales del club cuzqueño Cienciano ante los emblemáticos clubes porteños River Plate y Boca Juniors, que lo consagró campeón en la Copa Sudamericana y, luego, en la Recopa. Sí, pues, el empate ante Argentina de hace unos días ha desplazado del imaginario peruano todo ello, y también la aclamada reciente participación de la selección de menores de vóley que logró el subcampeonato en el último Sudamericano y, de esta manera, el pase a las Olimpiadas de México 2009, algo que hace años no se lograba con este deporte, que tuvo en Seúl 88 su más brillante y trágica perfomance. Brillante por la medalla de plata obtenida aquel entonces ante la poderosa Unión Soviética (aún resuena en mis oídos los gritos y gestos de oso siberiano del entrenador soviético, de seguro carajeando a sus muchachas cuando el marcador iba 2-0 a favor de Perú. Esto, por cierto, me resuena tanto o más que el legendario cachetadón que, según se cuenta, solía estampar el DT peruano Man Bok Park a sus matadoras cuando estas no cumplían sus indicaciones). Y trágica porque, para no variar, cuando en ese partido final la selección peruana iba ganado dos sets contra cero, por un peruano destino de los astros, la selección soviética dio vuelta al marcador y obtuvo así la medalla de oro. Llantos, abrazos compungidos, lamentos, valses, y cajón.


INTERMEDIO

A lo que iba con todo este largo hilo de memoria deportiva es que este empate reciente en el fútbol ha desempolvado pasiones, reverdecido aletargadas místicas, resucitado elogios y reciclado epítetos encomiásticos a favor del DT peruano José “Chemo” del Solar y sus dirigidos, empezando, por supuesto, por los héroes de la jornada: el “loco” Vargas, lateral que se sopló solo media cancha hacia el arco rival, para dar el pase de gol más famoso de estos últimos años, y claro que el “gavilán” Johan Fano, que puso la puntita justa, oportuna y sagrada introduciendo la pelota servida en el arco argentino en el último segundo del último tercer minuto del tiempo suplementario que el árbitro Carlos Amarilla (quien sacó, es verdad, varias tarjetas amarillas, 8 en total durante todo el encuentro) concedió en el segundo y último tiempo de ese partido. Es decir, un empate a las justas, bordeando el abismo, típico gol peruano, mismo bus interprovincial que estuvo a punto de caerse y, oh dioses del parnaso, no se cayó, flotó en el aire, dio una cabriola, y retornó a la pista llegando en primer lugar sobre una carretera malherida como van por ahora (¿y antes no? ¿y mañana tampoco?) las averiadas calles de la capital perucha, la Lima de tus amores.

Y todo ello borró los malhumores y maldiciones contra esta selección de fútbol de mayores (que, no olvidemos, sigue en penúltima posición en la tabla para conseguir un cupo al próximo Mundial de Sudáfrica), contra su entrenador, contra la comisión mundialista, contra el tantas veces cuestionado presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Burga y su collera, etcétera. Todo volvió casi a fojas cero. Y estamos ahora frente a un equipo de valientes, que no arruga, que al igual que hizo Chale en el 70 en plena Bombonera (la foto ha recirculado estos días e incluso antes del partido) le puso la pelota en la nuca a los jugadores argentinos, les sopló a la oreja lisuras del Callao (eso dijo el chico Zambrano, el “León”, que no se amilanó ante la clásica y legendaria boquilla borgiana argentina), y por fin que todos los seleccionados, como nunca, o al menos como hace mucho mucho tiempo, pusieron lo que tienen, pues, los hombres entre las piernas velludas: huevos, garra, coraje. ¿Qué mejor símbolo de todo eso que la carrera del loco Vargas (“¿de dónde sacó Vargas ese aire?”, declaró asombrado a la prensa el seleccionador argentino, el “Coco” Basile, hoy vapuleado hasta por sus propios jugadores, según leo en los diarios), y el pundonor constante que coronó con su oportunismo final el cholo gavilán Fano? A este último hasta lo comparan ya con el amado cholo Sotil, y a Vargas lo han disfrazado de Superman en alguna carátula periodística nativa: a ambos se les glorifica. Si recordamos la cita de Fanon, cabe hacer algunas acotaciones para tener en cuenta si queremos hacer de la vida algo anclado en la realidad, y de nuestros sueños e ilusiones algo viables.


SEGUNDO TIEMPO

Las victorias y derrotas de un equipo son eso: de un equipo. Así que hubo, y esperemos siga habiendo, un esfuerzo colectivo que sustenta esa fuerza final de esos dos importantes jugadores ya mencionados. Lo mismo debe decirse, por cierto, de los citados casos de los “jotitas”, del club Cienciano, de la selección de menores de vóley, e incluso de las selecciones de vóley y fútbol que en la historia peruana del deporte lograron algunas victorias y reconocimientos en sus trayectorias (no estamos aquí abordando otros deportes que en el Perú han obtenido meritorias victorias, muchas veces desdeñadas por el periodismo o las dirigencias nativas, de seguro por razones de marketing y menores intereses económicos que se mueven en esas disciplinas). Nunca será suficiente insistir en el esfuerzo colectivo, como decía Fanon, antes que “cultivar lo excepcional”. Claro, Fanon se refería al esfuerzo de todo el pueblo africano, o de todo el pueblo de una nación como Argelia. Me pregunto qué relación podría encontrarse en este empate con sabor a victoria con la historia del pueblo peruano. Qué relación podría hallarse entre estos jugadores que aparentemente han renacido de las cenizas y la mayoría del pueblo peruano, que aun maltratado durante siglos por sus propios dirigentes y gobiernos no cae del todo, renace del barro y vuelve tercamente una y otra vez para lograr triunfos en diferentes campos de nuestra historia.

Asimismo, otra cuestión en que insistía Frantz Fanon es la conciencia. Es decir, darnos cuenta qué se tiene al frente. ¿Una victoria? No. Es un empate, igual que en la mitificada gesta en la Bombonera de 1970. ¿Qué hace que un empate agónico en casa se convierta en una fiesta superlativa? No cabe duda que la carencia de victorias y sobre todo de amor propio que el fútbol peruano ha venido mostrando en las últimas décadas, por ser generoso con el cómputo de fechas. Pero concedamos aquí que ese empate tiene un sabor grato por lo dicho, por la garra mostrada, por pelear hasta el final. En verdad, todo este equipo lo había hecho, unos más que otros, pero en general el rendimiento en las filas peruanas fue parejo, a lo largo de los 90 minutos del partido. Lo que por cierto no niega las figuras más descollantes dentro de este esfuerzo y voluntad de cambio colectivos. Así que concedamos la legitimidad de esa alegría, más allá de lo que algunos han empezado a decir luego, que se debió a los premios en dólares que fueron ofrecidos y etcétera (en otras ocasiones también se ofrecieron jugosas sumas y los resultados fueron catastróficos, aun más, vergonzosos. No perdamos de vista, ante todo, que el fútbol es un gran negocio por encima de tantas cosas). ¿Pero ahí queda la conciencia de lo obtenido? No. Fanon ha insistido, y aquí lo suscribo (¿yo solo?) que se trata de un asunto de conciencia. Sería bueno saber qué exactamente se está celebrando, y desde dónde y hacia dónde, con este empate ante el campeón olímpico Argentina.

Me atrevo a afirmar que se celebra algo tan peruano como lograr lo imposible y positivo más allá de los obstáculos. Vencerlos aunque todo apuntara en contra. Lo confieso, faltando un minuto para el final, viendo este partido, me amargaba una vez más diciéndome por qué esta selección de fútbol aun jugando como jugó, es decir, jugando fútbol, como antes no lo hizo, tenía siempre que perder faltando 10 minutos como sucedía luego del malhadado gol argentino. Y entonces me dije por qué en un país con tantos brujos y chamanes no se unían todos para que esto no acabase así, siquiera una vez. Cómo sería, imaginen, mi sorpresa, cuando al minuto de mis palabras se produce el empate que ha sido visto por todos, incluso fuera del Perú. Y más sorpresa cuando al día siguiente, en los diarios, se informara que un conocido club de fútbol peruano había contratado a unos brujos para que ayuden a la selección. Me sentí poeta-mago, prestidigitador, con poderes visionarios, un Rimbaud del fútbol. Mínimo.

Pero todo ello significa que ante la improvisación, ante la falta de planes, ante el sinfín de trabas desde las propias autoridades, un colectivo como este equipo, aun contra sus propios fantasmas y recaídas en individualismos estériles, podía lograr torcer el brazo a su propia mala trayectoria y conseguir el objetivo propuesto (“ganar 4 puntos de los 6 en disputa”, como había adelantado el capitán “Ñol” Solano refiriéndose a los partidos recientemente jugados ante Venezuela y Argentina, con ulterior triunfo ante el primero y empate con el segundo). Es decir, el alma peruana se vio expresada en ese grito de gol imposible, insospechado, y quién sabe si fuese resultado de algo tan irracional como la magia antes que del trabajo concreto. Recordemos también que nadie daba un céntimo por esta selección antes del partido contra Venezuela, días antes. Y que ante Argentina pocos creían que podía lograrse un buen resultado.


SUPLEMENTARIO

Pero quiero terminar con una invocación final para no hacerla larga. ¡Saquen las manos del fútbol y de los deportes en general! ¿Quiénes? Todos los comentaristas deportivos, los presidentes del Perú, los políticos, los administradores, ayayeros, comechados, acomodados, sobones. Saquen las manos de todo el deporte que se hace en este herido territorio. Los propios deportistas sabrán qué hacer. Cuanto más se mete el poder y principalmente esta burguesía dependiente que rige el Perú, peor ha de ir todo. Si se trata de apoyo económico, que se deposite en cuentas bancarias, anónimamente. Pero que no vaya nadie abrazando y subiéndose al carro de las victorias parciales o totales que los deportistas peruanos van logrando. Cuanto más cerca se esté de la realidad, cuanto más conscientes sean los deportistas de para quiénes están jugando, cuánto más puedan sentir que lo hacen por su propia gente, aquella que creyó en ellos mismos desde pequeños, desde adolescentes, desde antes que tuvieran dinero, carros o ropa de marca, cuanto más se vinculen, es decir, a la masa que los vio nacer, mejores resultados tendrán. Cuanto más vuelvan, como sabía el gran poeta César Vallejo (que él solo es un carrerón como el del “loco” Vargas y varios “gavilanes” Fanos juntos, en la escena internacional), a sus propias raíces populares, mejores cosas harán. Lejos de todos ellos el poder y el tejido del poder corruptos del Perú y de otras partes del mundo. Lejos de todos ellos el abrazo burgués que corrompe las mentes, las conciencias, los espíritus.

De eso también hablaba Fanon. Que todas y todos ellos reconozcan que sus victorias son de otros también, cuando se ven como parte de una comunidad, y sobre todo que son fruto del trabajo, no de alguna iluminación de divos, de elegidos, ni del movimiento sincopado de los huayruros. Es decir, cuando se valore el trabajo que libera (no el otro, que sujeta). Cuando a diferencia de estas élites parásitas que han exprimido las tetas de este país se quieran a sí mismos, porque saben que todo lo que logran es fruto de su propio esfuerzo y talento cultivado. Y que eso que logran será más grande en la medida que esté al servicio de quienes necesitan tanto de esa fuerza. Los deportistas serán mejores deportistas cuando antes que nada quieran ser personas conscientes, que estén en esta vida con ojos y alma abiertos a la realidad que acontece, cuando no crean que lo que no tiene valor lo tiene, y cuando den valor a lo que realmente lo posee. Es decir, cuando se politicen, cuando cada cosa que hagan esté dentro del torrente de transformación corajuda de las masas. Un deportista que dé la espalda a todo esto, que se conforme con los privilegios y símbolos vacíos con los que el capitalismo suele engatusar a los más destacados, será poco a poco un ser intrascendente y no quedará en la memoria de los hombres. El deporte es apenas una faceta del ser humano, y todo lo sucedido estos días demuestra que los gritos de victoria que se han venido expresando luego del empate ante Argentina no sólo están gritando aquel gol en el último segundo. Esos gritos echan sus raíces en el nudo más oscuro de nuestra historia. O para decirlo mejor, en el fondo ocultado del pueblo. Refiriéndose a la garra evidenciada en el empate ante Argentina, el Fauno de esta fiesta me ha dicho que ojalá fuera así el Perú. Mi respuesta fue que quizá eso era el Perú, pero que la historia y el poder oficiales han venido ocultando los momentos más extremos y poderosos de este país. Y aquí solo se acuerdan de las derrotas, o de las gestas parciales y en verdad mediocres de las élites y sus batallas limítrofes, o de sus valientes victorias militares contra los levantamientos de una población armada de piedras y palos, o poco más que eso. Urge poner siempre, en primer plano, las gestas heroicas y las victorias que las mayorías han venido haciendo en el Perú.

Los deportistas que den la espalda a todo ello verán cómo sus almas, al igual que en El retrato de Dorian Gray, la célebre novela de Oscar Wilde, se les envejece, y sus victorias habrán de carecer de ese sabor popular y radical que tienen cuando se enraízan en el colectivo. No otra cosa estarán sintiendo, por ejemplo, aquellos futbolistas que se han quedado marginados de la selección por creerse excepcionales, fuera de un equipo, por ocuparse en cuestiones triviales y frívolas. No significa que quienes integran hoy esta selección sean demasiado diferentes a quienes no fueron convocados esta vez. No seamos idealistas. Pero al menos en la cancha, y en ese partido ante Argentina 2008, han podido demostrar algo diferente. Esperemos que no sea golondrina -o gavilán- de un día. Esperemos que no sea una máscara de jabón que la destiñe el paso inclemente de los días. Esperemos que alguien en ese grupo haya entendido hondamente qué significa hacer deporte en un país y un planeta como estos. Es, como han dicho ellos mismos, una cuestión de coraje. Y no precisamente se mide el coraje contra 11 jugadores argentinos. Ellos fueron apenas el rival de turno. Dejemos otra pregunta: ¿A quién se ganó realmente? O ¿a qué? Y también, ¿a quiénes y, sobre todo, a qué falta aún ganar muchos más partidos? Estoy seguro de que no solo Johan Fano y Juan Vargas tienen la respuesta (si la tienen).

GOL

A la bandera del Perú le sobra un color. ¿Cuál?

*Una de las hipótesis que se barajó en la prensa es la siguiente que tomo de la net: “Dentro de unas semanas se publicará el libro ‘El Hijo del Ajedrecista 2’, segunda entrega de quien fuera hijo de uno de los grandes narcotraficantes colombianos del cártel de Cali, Fernando Rodríguez Mondragón. En él se cuenta cómo sobornaron a la selección peruana de fútbol -aunque sin indicar la cantidad- para ayudar a la de Argentina a conquistar el Mundial de 1978 y también que hicieron una jugosa oferta a Maradona para jugar en el América de Colombia. En aquel Mundial, Perú perdió por 0-6 frente a Argentina, algo que le permitió avanzar en el torneo y eliminar a Brasil. "De primera mano supimos cómo fue lo del partido Argentina-Perú. Mi tío Miguel habló con un grande del fútbol mundial y le confesó lo del dinero que hubo para arreglar ese partido para sacar a Brasil de la final", sostuvo el hijo de Gilberto Rodríguez, conocido como 'El Ajedrecista' en el cártel de Cali”.



Frantz Fanon y gol de Fano



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