martes, marzo 14, 2006

Adelgrasa



Esta es una historia de la vida real, no un capítulo de algún reality show.

Antes de regresar a Lima, era consciente que estaba un poco subido de peso, pero a la vez sabía que no iba a bajar las libras que tenía de más en esta semana que iba a pasar en mi querida y contradictoria ciudad donde el aquí sería pleno y cobraría un completo sentido para mi cuerpo. Así que comencé a visitar a la familia y a los amigos de siempre y todos muy contentos de verme hasta que en un determinado momento, lo dijeron, lo inevitable irrumpió en sus comentarios, estás gordo, ¿qué estás comiendo?, hay que hacer dieta, si comes arroz no mezcles con papa, Inka kola light, yogurt, comidas bajas en condimento, hay que arreglarse un poco más, es decir, había perdido mi encanto. El inclemente frío bostoniano había dejado su huella en mi cuerpo rico en grasas saturadas, bajo en fibras. soy de los que suele cocinar y disfrutar de los excesos de la cocina casera, lo que en Lima no me engordaba, allá me hacía traspasar las fronteras del reino de mi normal anatomía, sin lugar a dudas la comida, llámese carnes, verduras y frutas es más sana aquí que allá, soy de los que piensa que a la comida, ellos le meten algo más o de que su agua potable es generosa en vitaminas. No soy asiduo concurrente de los locales donde se vende comida chatarra, mi gordura no se puede explicar por el abuso de ésta. La temporada invernal inevitablemente me deprime y uno tiene que ser más pragmático a la hora de vestir, no lo que te quede bien, sino algo que te abrigue bien. El pelo demasiado largo, la barba crecida, sí, necesitaba una reingeniería as soon as possible. En estos días, Lima me recibe con un sol esplendoroso, me cambia el ánimo por completo, aunque igual tengas que pelearte por todo porque así es nuestra ciudad, así que fui de compras y me arreglé un poco, la panza no ha bajado, pero las camisas y no los polos me hacen lucirla menos, pasar piola, como quien dice, la panza se ha estacionado en el vientre de una madre de cuatro meses de gestación.
En estos días trato de olvidarme de los problemas, sólo descansar y pasarla bien es mi prioridad, pero siempre se manifiestan en mi cuerpo y en mi espíritu esa precariedad y luchas internas, que no demonios interiores, lo siento Varguitas, digo, luchas internas y precariedades que desde muy niño me asolaban, no tengo un lugar en el mundo, mi cuerpo es mi única casa y huyo con ella adonde sea, sin pausa, sin mínima esperanza de encontrar la tierra prometida, es por esta razón que algunos dicen que me adapto muy bien adonde voy , pero esto es así porque soy un desarraigado, descentrada alma gitana en cuerpo de adulto panzón. Esta sensación no me hace percibirme más gordo o menos flaco, pero lo que he ido aprendiendo con el correr de los años es que lo que escribo son los ladrillos que han ido edificando mi propia casa, esa que no existe en el mundo real, pero que para mí es la verdadera, mi propia casa es la escritura en cualquier rincón de un planeta que en su forma asemeja el punto final o la panza de un poema que recorre la eternidad, un maravilloso mar por venir.

3 comentarios:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Panza gloriosa sin duda en palabras.

Reaño dijo...

Bueno, si lo sabré yo... hace más de un mes estuve en Lima, llegué con dos quilos de más y me fui con 6... de más también.
Y a mi casa le hizo bien ver el mar, después de año y medio.
saludos!

Anónimo dijo...

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