sábado, octubre 03, 2009

21 POEMAS/2003



DIOSA BLANCA

21 POEMAS. CERRIDWEN DE ENRIQUE BERNALES. INTERMEZZO TROPICAL EDITORES, LIMA 2003. POR CHRYSTIAN ZEGARRA*

En 21 poemas, Cerridwen, asistimos a un escenario donde la voz poética busca ser un vehículo que comunique una relación más profunda entre las diversas instancias que conforman al ser humano: lo racional, lo inconsciente, lo diabólico, lo divino. Al interior del universo poético de Bernales se escenifica una naturaleza desplazada que produce una necesidad de comunión a partir de las fuerzas transfiguradoras de la palabras. Así como en el mito celta de la diosa blanca, acá está presente la idea de la transgresión de un límite impuesto. El poeta, ser terrestre, roba imágenes almacenadas en terrenos vedados para la indagación racional, profundiza en la maleza del cerebro para renacer entre las “sombras lánguidas del inconsciente recobrado”. La voz poética invoca una ceremonia de (des)conocimiento a la que cada uno de los participantes/lectores debe adherirse despojado de miedo y con las venas colmadas de sangre a punto de volverse torrente. Nada es dejado al azar en 21 poemas, cada imagen tiene una correlación con su reverso, propiciando la traslación del sentido a otro plano antitético. Porque los verdaderos poetas son aquellos que con su discurso construyen una realidad profundísima que resulta de la confrontación de nuestra cotidianeidad con esa otra orilla que acaso jamás hemos de cruzar. Y lo que queda es la intuición de esa zona otra de ese espacio traspasado de luz que nos trasciende: “miro hacia el cielo:/mi alma es la ciudad del sueño, un antiguo lenguaje/de los hombres.”

Al interior de este universo desfigurado, las relaciones amorosas fluyen, se desintegran y resucitan. Cada rostro es múltiple ya que encierra el revés de lo que vemos, la cara oculta de otro ser que mira desde la lejanía del tiempo y la memoria, que aguarda agazapado el momento de emerger a la superficie visible. Así cada relación es una y muchas a la vez, cada ser es uno y otro al mismo tiempo desfigurándonos, sometiéndonos a un vértigo de imágenes. Esto se va a manifestar de manera categórica en el sexo –la metáfora por excelencia de la batalla y la posesión-: “encarroñada renaces como cenizas de otra amante/ de otro refugio en llamas.” El mayor merito de la poesía de Bernales es el hecho de asumir la idea de que el poema no es un objeto terminado, sino que, por el contrario, es una entidad que se reformula en cada lectura y en cada nuevo acto creativo. En palabras de Westphalen, su poesía se convierte en una “poesía por rehacer a cada instante.” Lo disperso, lo que yace más allá de los límites de la conciencia, es lo que la voz de Enrique intenta asir a partir de su gesto, tan revelador y contradictorio como la vida misma.

*Esta reseña apareció en Odumodneurtse, Periódico de Poesía (año 2, número 3, Lima, 2004).





DIOSA BLANCA

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