domingo, octubre 04, 2009

DENVER: BEATNIKS, POESÍA y ROCK&ROLL








Jack Kerouac solía pasar sus días en Denver de bar en bar muy bien acompañado de su amigo Neal Cassidy (inmortalizado como Dean Moriarty en la legendaria novela de JK, On the Road). Como lo saben los lectores de Jack, varios momentos de On the Road transcurren en la “Mile-High City”, mi residencia actual.



Pues me quise contagiar de ese espíritu aventurero de ese par de entrañables personajes y decidí pasar algunas horas en uno de sus huariques más queridos, Paul’s Place (ahora rebautizado como My Brother’s Bar).



Pero se equivocan si piensan que llegué solo. Para nada, llegué acompañado con los dos últimos libros de mis queridos amigos Roger Santivañez (Labranda, 2da edición, Tranvías Editores, 2009) y Chrystian Zegarra (Cinema de la Crueldad, Hipocampo editores, 2009). Y me propuse brindar por sus excelentes trabajos literarios y, a la vez, entablar un diálogo poético con ellos en pleno templo beatnik.



Como nota curiosa debo comentar que si bien Neal Cassidy era todo un pendenciero, no tenía fama de cabecero en los bares que frecuentaba. En My Brother’s Bar se conserva enmarcada una carta del popular beatnik, escrita desde la cárcel, donde precisa este que está mandando el dinero para cancelar su tap (cuenta).






Considero que Labranda y Cinema de la Crueldad son libros complementarios porque en uno impera la nostalgia y el impulso erótico; mientras que en el otro se destaca, no cabe duda, un impulso tanático estremecedor.

Cinema de la Crueldad

La propuesta de Zegarra continúa caminos estéticos ya recorridos en sus anteriores libros. Las claves de la poesía de Zegarra se pueden encontrar en la cita de Artaud con la que se abre el libro: “la crueldad es sobre todo necesidad y rigor.” Por lo tanto, en el contexto del libro se debe entender la crueldad en un doble sentido: por un lado, la crueldad como parte del proceso creativo que implica manipular el barro del lenguaje para concebir un poema y, por otro lado, la crueldad destacada en los personajes que se pasean por el libro como El Topo, Dr. Mabuse, Caligari, M o el Chacal de Nahueltoro.

Lo que siempre me ha gustado de la poesía del ex-inmanente es su capacidad para ejercer un control sobre su lenguaje, su obsesión por tratar de impedir que sus imágenes se le escapen de las manos y para eso no duda en disecarlas como un taxidermista de la imagen. Como ejemplo tenemos el título del segundo poema de la primera sección del poemario (Perforación del Ojo): “LA CASA DE LOS MUERTOS (FOTOGRAFIADA POR APOLLINAIRE)” (14). Este espacio denominado “LA CASA DE LOS MUERTOS” nos remite al encierro y la inmovilidad, pero, al ser, además, fotografiado, ve incrementado su estado de decadencia, infertilidad o negación de la vida. La foto, en este caso, estaría disecando la muerte. En el mismo poema encontramos otro ejemplo:

Entre los muros de la casa
/que no debe confundirse con la mazmorra de Asterión
porque en aquélla la tortura es colectiva/
se aloja
un útero podrido

en el cual los habitantes
beben cada noche
aguas cegadoras
que alimentan
la incurable amnesia de sus mentes (15)


En el desenlace de “LA CASA…” se multiplica la sensación de infertilidad y de encierro. La casa de los muertos que ya es un escenario infértil encierra su doble: “un útero podrido.” Además estos versos reactualizan y enriquecen la figura clásica del río Leteo, el río del olvido, del cual bebían las almas para olvidar su pasado. Aquí el Leteo se almacena en un “útero podrido” que alimenta la “amnesia” de los muertos. “LA CASA…” es un espacio donde no existe la esperanza.

Lo que me parece muy valioso en este poema es la forma en que se presentan dos perspectivas; es decir, el tema que desarrolla el hablante del poema culminando con la falta de memoria de estos seres de ultratumba y la obsesión del hablante por contar con medios que le permitan recordar y no olvidar este espacio de desolación e impulsos tanáticos: “(FOTOGRAFIADA POR APOLLINAIRE).” Para qué sirve una fotografía, sino para ayudarnos a recordar un evento o un lugar. La referencia a Apollinaire cumple una función, también, doble porque sirve para rendir homenaje al espíritu de la vanguardía artística que se destaca en el libro y, a su vez, crea una sensación de distanciamiento “cruel” entre el hablante del poema y su objeto de estudio.

En el poema “AÑO CERO” se rememora la concepción de este ser “monstruoso” que es el hablante del poema. Aquí la generación de la vida cede su lugar a la generación de la muerte. Padre y madre procrean un objeto muerto:

En la margen de esta planicie de humo
una bestia renacida se disuelve bajo su lengua filuda
como alacranes atravesados
por pinzas carbonizadas

(PADRE Y MADRE agonizan desnudos entre la maleza) (17)

En “AÑO CERO” la sexualidad que puede ser goce, es desplazada por el horror y la podredumbre. Un proceso similar nos presenta el poema “INTERIOR CON DESNUDO MUTILADO”: “se apresta entonces a hacer el amor / en una cama movediza que contiene los fragmentos / de una figura desmembrada” (19).

Lo que nos propone el hablante de estos poemas es un discurso del mal como la esencia de la vida, no como algo excepcional. Indudablemente, un libro nos ofrece muchas lecturas, una de las más evidentes que recorren la propuesta de Zegarra es su homenaje al cine; es un poemario como su título lo señala, Cinema de la crueldad, influenciado por el arte cinematográfico, pero no el hollywoodense, más bien la empatía se da con esos artistas raros y arriesgados como Artaud, Jodorowsky, Fritz Lang o Vertov.

El Topo/ Alejandro Jodorowsky




Soviet Toys / Dziga Vertov




El arte cinematográfico, que destaca el libro, se puede entender como una experiencia paralela al arte de escribir poesía practicado por el yo de estos poemas: un oficio donde se hermanan la tortura, la mutilación, el horror y el dolor con las zonas fronterizas del lenguaje y la realidad.

Labranda

Lo que destaca en este libro de Santivañez es ese sampleo o mezcla entre los trazos de memoria, las imágenes eróticas y la musicalidad susurrante de sus versos como las olas del mar piurano. Pero también creo que late en estos versos de gran poesía ese deseo desesperado por encontrar la imagen poética perfecta y, así, capturarla, pero que más bien se nos escurre de las manos. Esto genera un impulso en el hablante de los poemas por multiplicar las imágenes que nacen del deseo erótico, de los recuerdos o de la propia musicalidad de las palabras. Los poetas somos impetuosos como lo fue Ícaro. Y en ese gesto hermoso y trágico de jugar y dar vueltas muy cerca del sol se justifica la existencia del artista y su obra.

En el poema “Camotal” somos cómplices junto al hablante del poema del recuerdo de un pasado inalcanzable, idealizado por ser fruto de experiencias de alta vitalidad como las que ocurren en la infancia; por eso, al concluir el poema, afirma el hablante: “Pero a mí quién me salva / Del recuerdo de este camotal” (24). Es interesante saber que el sujeto que describe esta experiencia de su pasado no necesita de mecanismos como la fotografía (usada en la poesía de Zegarra) para conservar sus recuerdos. Aquí, en cambio, los recuerdos han invadido, prácticamente, con total naturalidad la memoria de la voz poética:

Memorias chiquitas de las playas
Donde madre me mimaba con
Azul fulgor de nueva ropa’e baño
Volver a su Callao deseo eterno (23)

Contradictoriamente, esta voz no está complacida con esos recuerdos porque evocan una experiencia completa del pasado que no se puede reproducir en el presente y eso, precisamente, genera la respuesta angustiosa.

Sin embargo, esta angustia se va disolviendo poco a poco; gracias, en parte, al impulso erótico que deambula por diversos poemas de este libro. El erotismo de Labranda sirve al yo poético como un escape frente al acecho de los recuerdos del pasado. No por mera coincidencia después de Camotal se nos presenta Almost Olmos, un poema donde habita la libido:

Al soñar mi suave arrechura
Sus formas se suceden dulce oleaje
Se abren broches pernoctando
Muchachas palteadas por las puras

[…]

En el sueño sin roche se desnuda
La calata ensoñacion inusitada
Es marina desértica divina
Florescencia nocturna ligerísima (25)

Es muy sugerente que en este libro de Santivañez se sucedan una serie de batallas de procesos mentales, por un lado, el recuerdo; por el otro, el sueño. El sueño en este caso se presenta como liberador de la memoria. Su insistente y desesperada mención ( “soñar”, “sueño”, “ensoñación”), no hacen más que constatar el deseo del sujeto porque este tunel erótico devore o se imponga al recuerdo que ha abierto puertas generadoras de angustia.

La poesía de Labranda es una poesía impregnada de deseo, altamente erótica, que despierta el apetito creativo del lector; el apetito sexual, del cual la buena poesía también bebe y se sumerge para devolvernos, con fuerza, versos que exudan los límites del lenguaje. La poesía de Labranda es una poesía solar:

Primer encuentro milagro devuelto
En tu boca despertada supo el sol
Ocultarse en la brisa blusa de uva (“Labranda”, 35)

Pareciera que el verso corto practicado en los poemas de Labranda tuviera una justificación erótica también. Porque son generadores de expectación y prolongan el placer… Como un orgasmo que se trata de conservar… Los versos de Labranda generan expectativa y deseo en el lector:

Espuma en el cielo que miras
Tendida sobre la arena besada
Expropia la delectación de los astros (“5 (Ideología Marina)”, 39)

En esta estrofa los términos “Espuma” o “besada” nos hacen pensar en los fluidos, recurso familiar del discurso erótico. Ahora bien, “Espuma” y “delectación” nos remiten también a la “Vía Láctea”, una imagen con cierta carga sexual. Este poema se cierra con una estrofa que ejemplifica un gran coito creativo con la poesía y con el lenguaje:

De su amor saliva constelada
Fulgor quebradizo que a la inversa
Aloja bengala de las olas resaqueadas

Se destaca, nuevamente, en esta estrofa el vocabulario referente a los fluidos como “saliva”. Ahora bien, el término “bengala” es eminentemente fálico y las olas hacen referencia también al deseado cuerpo femenino. Al respecto la crítica María Cristina C. Mabrey[1] apunta acertadamente:

El mar es una fascinación e inagotable fuente de inspiración para los poetas de la Generación del 27, pero podríamos distinguir a Champourcin como una entre los poetas que más se han apropiado la imagen del mar como nutridora de placer, de poesía, inspiración, y, desde luego tan asociada como la tierra al cuerpo femenino anhelante. (305, énfasis nuestro)

Para terminar con Labranda debo referirme al último poema, “LOCA MONTIS”, donde se fusiona la pulsión erótica con los recuerdos de la infancia del yo poético. “Piura”, en la voz del poema, ratifica su condición migrante y es ese "Paraíso Perdido" recobrado por la memoria; proceso que genera una sensación de angustia, anteriormente mencionada, como sucede en el poema "Camotal". Sin embargo, esta angustia se atenúa, como lo hemos señalado antes, cuando se cruza en su camino el discurso erótico:

Entre el blando pasto bajo algarrobos
Corre el Piura pleno de acholadas ninfas

[…]

De Piura como detenida stella axial
Memorias de mi niñez en Churrilandia
Eternos estados de desolación todas (67)


[1] Mabrey, María Cristina C.. Ernestina de Champourcin, poeta de la Generación del 27, en la oculta senda de la tradición poética femenina. Madrid: Torremozas, 2007.




ROCK&ROLL



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